Enrique de España, los condes de Peñalba de Valenzuela, Sonia de Valenzuela, Mariano y Justine, Teresa y Alfonso de Valenzuela y Gaona, Pedro de España, Mercedes Tulla y Valenzuela con su hija Mencía, Conchita, marquesa viuda de Huarte, y Pepe de las Cuevas con su hija Merceditas. | Esteban Mercer

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En Sevilla, en la Capilla Real de la Catedral Hispalense, una de las más bonitas de la cristiandad, bajo la sombra y cobijo de la Giralda, contrajeron matrimonio Mariano de España y De Valenzuela y la señorita Justine Terrin, en la que ha sido sin duda uno de los grandes acontecimientos sociales de la temporada, tanto en Sevilla, como en Mallorca, de donde es el novio como hijo de Mariano de España Morell, señor de Pastoritx, y una de las personas más conocidas de la alta nobleza mallorquina.

Los novios, jóvenes y con toda la vida por delante, eligieron Sevilla, pues en ella viven desde que hace ya muchos años se conocieran en un avión enamorándose para siempre. Tan grande es ese amor que quisieron celebrarlo a lo grande también, ante casi 400 invitados mallorquines, sevillanos, de donde es la madre del novio, Sonia Valenzuela, hija de la condesa de Albercón y perteneciente a una de las mejores familias de Andalucía, y sin embargo mallorquina de corazón. Ese amor por Mallorca, donde han nacido sus tres hijos, hizo que a la hora de organizar semejante celebración tuviera que contar con la ayuda de sus amigas sevillanas, que se entregaron en cuerpo y alma para que todo resultara perfecto.

Las celebraciones comenzaron con dos fiestas preboda organizadas por los padres del novio, que no hay novio más afortunado. Sonia eligió la casa–palacio Fabiola para regalar a sus amigos venidos de Madrid y Mallorca, más los sevillanos de más postín que son sus amigos de toda la vida, un flamenquito acompañado de cena maravillosa en los patios de lo que es sin duda una buenísima muestra de la Sevilla más auténtica. Actuó un grupo trianero que levantó con su arte a todos de sus sillas mientras se recibía a los novios y a sus padres, el matrimonio formado por Pierre y Sylvie Terrin, emocionados de ver cómo su hija iba a dar un paso tan importante al día siguiente. Tras una primera visita a la fiesta materna la pareja se desplazó al hotel Alfonso XIII, donde recibía Mariano de España.

Tras la visita y la copa de rigor regresaron a Casa Fabiola para finalizar la noche entre rumbas y alegrías, y mucha juventud. Las mallorquinas por cierto destacaron por su elegancia. A la mañana siguiente Sonia había organizado una visita a la casa-palacio Salinas, una de las icónicas de la ciudad y una visita también a la Real Maestranza. Tras esas visitas tan interesantes Fernando Pinedo y Blanca Teixidor ofrecieron un almuerzo en su restaurante preferido a la madre del novio y tras este hubo que correr para acicalarse para el gran día. La cita era en la catedral a las 18.30 y había que estar puntual para ese primer encuentro de todos los invitados con la realidad que nos había traído hasta la más bella y alegre de las ciudades de España. Qué envidia de servicio en los bares y restaurantes, eficientes, sonrientes, amables, simpáticos. Y baratos si lo comparamos con esta Palma de precios monegascos y sueldos tercermundistas. En fin.

Pasamos a recoger por su hotel, el Doña María de toda la vida, a Maite Arias, elegantísima de Dior. Angels Mercer se decantó por un Cortana de la última colección de Rosa Esteva, Gari Durán por un traje largo muy Valentino, y podría seguir con las señoras porque las hubo muy bien vestidas, y otras que decepcionaron la verdad, aunque no diré nombre, baste ver las fotos. La que estaba bellísima fue Sonia, vestida de madrina tradicional con un majestuoso traje largo, en verde, con drapeados en la parte superior, guantes malva, que es una coordinación perfecta, mantilla española con teja baja colocada por el experto Manolo y, lo más importante, la sonrisa de felicidad absoluta en el rostro.

Su hijo segundo se casaba con la mujer que había elegido, una joven francesa culta, extremadamente inteligente y también muy enamorada que durante nueve años ha demostrado su amor incondicional a este hombre nacido en una familia con solera, no exenta de problemas demasiado públicos en los últimos años y que sin embargo ha sido capaz de rehacerse para vivir en armonía un día tan feliz para todos los que los queremos. La ceremonia oficiada en francés y español, deferencia a la familia de la novia, fue emocionantísima, sobre todo en el momento del sacramento matrimonial y también tras la lectura de la madre de la novia sobre el amor: «El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no se envanece, no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, sino que se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca». Que dicho en francés culto nos hizo llorar a todos.

La capilla real relucía para esa boda de tronío en la que los condes de España ocuparon lugar discreto, María Salom presumió de hijo, y el resto de los invitados agradecimos estar presentes disfrutando de un momento único. Después nos desplazamos al campo, donde disfrutamos de una gran cena regada con vinos y champañas franceses obsequio del padre de la novia, al igual que los quesos. Querían un toque francés, obviamente. Fue una velada extraordinaria. Todo el fin de semana lo fue. Felicidades, familia.