El final del verano llegó. O casi, el caso es que sin oler a otoño todo lo que este conlleva de incorporación a la vida sosegada y rotundamente plácida de los bons vivants está ya listo para que lo disfrutemos de una tacada. Los restaurantes de toda la vida y los de moda volverán a llenarse de caras conocidas, y en breve, en un ‘plis plas’, tras difuntos, comenzarán las cenas y fiestas de Navidad. El pistoletazo de salida de la locura que nos espera comenzó ya este fin de semana con la Nit de l’Art y todo lo que se genera a su alrededor. ¡Qué sería de esta Isla bendita sin el arte y sus artistas! En fin, que como el lío cada vez empieza antes, hoy va un adelanto con mucho arte, pero comenzamos con lo que más me gusta, ya lo saben, donde esté una buena boda, que se quite todo lo demás, y si es de una pariente, mejor que mejor, que aquí todo queda entre amigos y conocidos. Vámonos de boda.
Boda
El 14 de septiembre tuvo lugar en la magnífica iglesia de San Nicolás la ceremonia eclesiástica por la que se unieron en matrimonio Catalina Torres Estelrich y Miguel Fresnillo Palomera. Catalina es hija de Katia Esterlich Planas, una de las señoras más bellas de Palma, y nieta de la que fue dama de sublime elegancia, Catalina Planas, fallecida hace tan solo unos meses y muy recordada por los suyos en ese día tan especial en el que la ausencia se hizo más presencia que nunca. Katia ya fue una joven bellísima y especial cuando servidor era un niño y la veía llegar a la casa de verano de su tía Joaneta en el Port d’Alcudia subida en una vespino, muy morena y vestida de crochet. De esta época en la que todo estaba por llegar queda una testigo importantísima, la tía Fanny Planas, que sigue llevando por bandera la elegancia y el buen humor de la familia. No hay señora más estupenda, divertida y amante de los buenos momentos que ella. En la boda, sin pretenderlo, obviamente fue una de las protagonistas, una vez más por su elegancia.
Volvamos a los novios, los verdaderos protagonistas de esta historia tan bonita. La pareja se conoció en Madrid, ciudad donde actualmente residen. Quisieron casarse en Palma, pero que oficiara la ceremonia uno de sus amigos madrileños, así que el cura amigo se desplazó para la celebración y se encargó de que la cita fuese cálida, entrañable y tan cercana que emocionó a todos. Además, la participación del coro de San Francisco realzó sobremanera la unión matrimonial que recordamos con cariño en esta páginas. La novia apareció frente a San Nicolás vestida por Atelier Company, que creó para ella un precioso vestido muy romántico de corte atemporal en crepe de seda natural y gasa que se cruzaba sobre el pecho y se alargaba hasta las mangas, acabadas en un puño cerrado con volante. Lució cola de dos metros y velo, magníficamente colocado sobre un moño bajo, que la favorecía muchísimo.
Antes había llegado el novio, del brazo de su madre y madrina, elegantísima con mantilla blanca y un favorecedor vestido largo color capote de torero. Españolísima, Katia, la madre de la novia, eligió un fabuloso Cortana para la boda de la última hija que se casaba, y todo en pocos años. No hemos faltado a la cita para contárselo. A la salida, bajo una lluvia de rosas que les acogía como matrimonio, la pareja se fundió en un abrazo que derivó en un apasionado beso. Son momentos para recordar. Posteriormente, todos los invitados se trasladaron hasta la finca de Comassema, en Orient, donde tuvo lugar el cocktail y el almuerzo, servido por el cátering de Amida. Toda la celebración, desde el aperitivo hasta el baile, estuvo amenizada por diversos artistas, cuyas actuaciones consiguieron que la fiesta fuese un auténtico éxito, éxito al que se unió una tarde perfecta de sol y temperaturas suaves, que aligeraron el ambiente.
La tía Fanny se paseó entre las mesas saludando a unos y otros, recibiendo el cariño de todos, incluido el mío que sabe que lo tiene. Tanto Katia como Fanny hicieron lo que debían hacer el día más importante de nuestras vidas, es algo que jamás olvidaremos. La historia de nuestras dos familias da para un libro de guerras civiles y amores familiares que perduran en el tiempo, y es bonito que así sea. ¡Felicidades!
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