Karl Lagerfeld, gran estrella matinal de la séptima jornada de desfiles Pret-a-Porter para el otoño-invierno 2010-2011, entusiasmó ayer a su público con una colección prácticamente tricolor, hecha de contrastes mates y charol, posibles gracias a una nueva materia barnizada y ultraligera.
El modisto alemán, que además del blanco, el negro y el chocolate dio prioridad invernal al plateado, volvió a medir su poderío con el termómetro infalible de la agenda, pues pocos son los artistas capaces de llenar su pasarela hasta rebosar un domingo por la mañana, a primera hora.
Con Lagerfeld, no sólo el Espacio Ephémere instalado durante las colecciones en el jardín de las Tullerías rebosaba de televisiones, fotógrafos, periodistas, profesionales internacionales e invitados VIP. Sino que muchos de ellos no dudaron luego, una vez terminados los aplausos y ovaciones, en formar cola y sufrir todo tipo de estrujamientos para obtener una foto junto al maestro o unas palabras suyas.
La mejor manera, desde luego, para comprender cómo surgió una colección mate y brillante a la vez, en la que faldas y aparentes «leggings» confeccionados en idéntico aparente lurex mostraban una sorprendente y silenciosa fluidez.
Una vez llegado el turno, el maestro precisó enseguida: lo visto en abundancia sobre la pasarela no eran «leggings» (terminados con una discreta cremallera más allá de los tobillos abierta sobre el empeine) sino pantalones, muy ajustados y portados con faldas por encima de la rodilla, cierto, pero pantalones.
De aspecto lacado y ultraligero, caída impecable y nada rígida, que pese a las apariencias no habían sido confeccionados en «cautchuc» acharolado ni en cualquier otro plástico, sino con «una nueva materia cubierta de un barniz que respira», subrayó.
Otra importante precisión, Lagerfeld destacó que esa textura dominante en su desfile ni sirve para adelgazar, ni tampoco hace gorda, ni desde luego fue pensado para fetichistas.
«Sin esta materia no lo habría hecho», pues además de ruidoso «habría quedado nauseabundo, fetichista, horrible», comentó muy serio a un pequeño grupo de periodistas con quienes compartió satisfecho «la buena señal» de que «todas las redactoras» con las que había hablado tras el desfile «querían una falda así de inmediato».
No dio el nombre de la nueva materia inventada, pero sí contó como disfrutó mezclando ese barniz líquido con el mate moderno de franelas y fieltros hervidos y cortados «en vivo».
Superposiciones
La silueta, construida con abundantes superposiciones, la quiso muy gráfica y entallada a la vez, ligera y sin rigideces, pese a recurrir en ocasiones a efectos corsé, cinturones anchos y chaquetas rectas de hombreras redondeadas y cremalleras en las mangas hasta el cuello, terminadas con un leve pliegue a la altura de las caderas.
En cuanto a los contrastes, no quiso buscarlos en los colores, cuya presencia entre blanco roto, negro, marrón y plata era, dijo, «relativa».
«Miren a la gente, hay muy poca de rosa y verde manzana», sentenció Lagerfeld, quien dijo adorar el marrón oscuro y el chocolate con leche, tal cual pudo comprobarse sobre su pasarela.
Por ello mezcló aspectos y texturas, curvas y líneas, materias y estilos muy diferentes, entre ellos su acertadísima unión de blusas-túnicas asimétricas de tul drapeado e inspiración neoclásica y de largas faldas de tul transparente sobre sus famosos pantalones barnizados.
Las variaciones al eje tricolor dominante -negro-blanco-chocolate- vinieron además del plateado de suntuosos bordados de cristales blancos, plata y negros, de un par de modelos con pequeños toques y ribetes rojos.
Uno de ellos adornado con un cinturón-minidelantal que hacía pensar en el elegante uniforme de camarera de lujo portado por la actriz Jeanne Moreau en el filme «Le Journal d'une femme de chambre» (1964), de Luis Buñuel.
Preguntado al respecto, Lagerfeld, fotógrafo, bibliófilo y gran amante de todas las artes, comentó haber creado en su día algunos de los modelos de «Le charme discret de la bourgeoisie» (1972), otra película del cineasta español, y no descartó que pudiese haber «un fondo Buñuel en alguna parte de su colección», pero aseguró no haberla buscado conscientemente.