Miquel Ferrà. | Pere Bota

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Trabaja a partir de biografías y de hechos reales. Y es posible que conozca a algunos de sus personajes literarios -antes de carne y hueso- más que nadie en el mundo. Miquel Ferrà Martorell (Sóller, 1940) estudió Turismo (Escola de Turisme de Balears, 1969) y Magisterio (UIB, 1970) y es escritor. Ha despedido 2009 con dos nuevos títulos en las librerías: «Mallorca vista pels escriptors» y «Les vacances mallorquines de Jack l'Estripador».

Mallorca vista pels escriptors" y "Les vacances mallorquines de Jack l'Estripador" han sido publicados respectivamente en "Mallorca passa a passa" y "Evast e Aloma", dos de las colecciones de Miquel Font Editor, un sello que el pasado año cumplió los primeros veinticinco años de existencia. Su fundador fue Miquel Font Cirer (Palma, 1941), que ejerció de director hasta 1999. Los últimos diez años la editorial ha sido dirigida por Miquel Font Poquet (Palma, 1974), hijo del anterior. En un cuarto de siglo, Miquel Font Editor ha sobrepasado los dos centenares de títulos publicados y ha volcado en las bibliotecas infinidad de información referida a temáticas y especialidades muy diversas, siempre centradas en Mallorca. Una de sus colecciones más importantes, "Imatges d'Ahir", recopila la historia en fotografía de los municipios de la Isla. En cada libro de Miquel Font Editor hay anotaciones, estampas o comentarios para escribir otros diez. Y ahí estriba la importancia de un trabajo editorial que sabe convertir lo disperso de su catálogo en un auténtico cajón de sastre.

Los dos libros de Miquel Ferrà Martorell son una prueba más de esta diversidad. "Mallorca vista pels escriptors" es un ensayo en el que la subjetividad de las descripciones ajenas permite a Ferrà componer una singular corona poética a la Isla. "Les vacances mallorquines de Jack l'Estripador" es un juego de verdades y mentiras en el que el lector está condenado a perder la noción de la realidad.Le hablo de la gestación de «Mallorca vista pels escriptors». Me comenta:
Miquel Ferrà.- Es un libro que he tenido in mente durante décadas. Más concretamente de cuando fui profesor de itinerarios turísticos por cuenta del ministerio de Información y Turismo. Ya no se diseñan estos itinerarios...
Llorenç Capellà.- Tal vez deberían recuperarse.
M.F.- Podría hacerse. En Alemania, una iniciativa parecida funciona. ¿Por qué no iba a funcionar en Mallorca...?
L.C.- Las rutas de la Serra de Tramuntana son una garantía.
M.F.- Claro que sí. Al menos han sido las que más interés han despertado entre los escritores extranjeros. Pero todo tiene su explicación. En el siglo XIX, que es cuando se produce la eclosión de los escritores viajeros, sólo se ofrecían dos excursiones a los turistas. Una, era la que recorría la Serra de Tramuntana. La otra, la que iba a las cuevas de Manacor.
L.C.- La nacionalidad y la ideología ¿condicionan la visión de los viajeros?
M.F.- No mucho. Más bien choca la extravagancia de la que algunos hacen gala. Desde la señora inglesa que afirma que en Mallorca se condimenta un pudin muy raro llamado ensaimada, hasta el alemán que denuncia nuestras horrorosas salchichas...
L.C.- ¿Qué son las longanizas...?
M.F.- Exactamente. La gran mayoría de los literatos extranjeros que nos visitaron en el XIX pertenecían a la alta burguesía. Los científicos, en cambio, solían ser de extracción social humilde. Eran gentes que se habían abierto camino gracias a su mente privilegiada... Luego están los políticos. Jovellanos, por ejemplo. Churchill finalizó en Formentor su famoso libro sobre Mambrú o Marlborough.
L.C.- En todos los casos ¿el paisaje acumula elogios?
M.F.- Exceptuando algunas extravagancias, sí. George Sand, por ejemplo, critica el exceso de bosques. ¡Imagínese, si ya apenas quedan...! Las mayores discrepancias surgen al referirse a la población. Para unos, es desconfiada, desatenta. Otros, en cambio, se identifican tanto con sus criados mallorquines que los incorporan a su entorno más afectivo. De todas formas, en mi libro, no sólo hablo del escritor extranjero, sino de todos aquellos que han honrado la Isla.
L.C.- ¿Por qué en el siglo pasado Manacor dio tantos escritores?
M.F.- Desde el XIX ha sido un centro industrial importante, y estoy convencido de que una economía dinámica influye positivamente en el mundo de las letras y de las artes. En mayor o menor grado, una sociedad rica acaba reinvirtiendo en cultura. Felanitx es un calco de Manacor.
L.C.- Inca también creó riqueza.
M.F.- Y apenas dio escritores o artistas, es cierto. De todas formas, fíjese que la mayoría de rondalles de mossèn Alcover fueron recogidas en el Migjorn. Casi no hay leyendas en Calvià. En cambio, en Manacor o en Felanitx, las que queramos y más. Ello nos lleva a preguntarnos si en el Migjorn puede existir una mayor capacidad creativa que en otros lugares.
L.C.- ¿Y la respuesta...?
M.F.- Sería afirmativa. Ya sé que al extranjero puede parecerle exagerado que establezcamos este tipo de diferenciaciones en un territorio tan pequeño, pero lo cierto es que hasta la segunda mitad del siglo XX hubo un total aislamiento entre unos pueblos y otros. Un vecino de Manacor estaba en Manacor y punto. Muy posiblemente este aislamiento condicionó el carácter de nuestros antepasados. Me refiero a la desconfianza a la que aluden muchos extranjeros.
L.C.- ¿Nos tratan injustamente?
M.F.- A veces, sí. Con un punto de frivolidad que se entiende desde su mentalidad colonialista. Pero allá ellos. Del escritor interesa su obra. ¿Su vida...? No tanto. Hay escritores magníficos a los que jamás invitaría a comer a casa.
L.C.- ¿Hubiera invitado a Jack el Destripador?
M.F.- Si yo no fuera el escritor que lo ha localizado en Mallorca, sí. ¿Por qué no...? Jack, en Mallorca, fue la enfermera Jill. Y era lo suficientemente lista como para burlar a Scotland Yard. Sí, la habría invitado.
L.C.- ¿Por qué decide, usted, que Jack es una mujer?
M.F.- ¿Y por qué iba a ser un hombre...?
L.C.- Si se llamaba Jack...
M.F.- No se llamaba así. ¿Quién sabe cómo se llamaba si nadie sabe quién era...? Jack, en el Reino Unido, es un nombre tan popular como Pepe en España. En aquella época no se hacían pruebas de ADN en el lugar del crimen. ¿Quién puede afirmar que se trataba de un varón...?
L.C.- Pero Scotland Yard lo daba por hecho.
M.F.- Y no se fijó en la grafología femenina de las cartas que Jack les escribía. Cuando asesinó a la última mujer, la policía halló restos de ropa femenina que habían estado ardiendo en la chimenea. No pertenecían a la víctima.

“ Una economía dinámica influye positivamente en el mundo de las letras y de las artes ”

L.C.- ¿Y a qué lo atribuyó?
M.F.- A un ardid del asesino. Llegó a la conclusión de que Jack se había disfrazado de mujer. En ningún momento sopesó la posibilidad de que fuera realmente una mujer.
L.C.- Fuera hombre o mujer...
M.F.- Fue mujer.
L.C.- Vale. Le iba a preguntar si sus crímenes fueron crímenes pasionales.
M.F.- Seguro que sí. Jamás robó a sus víctimas, Jack. En cambio, dejaba la huella del odio, de la venganza. ¿Y quién es capaz de odiar tan sádicamente a una mujer...? Otra mujer. Jill se sentía marginada y despreciada por su condición de lesbiana.
L.C.- Ya.
M.F.- Recuerde el caso de Oscar Wilde. La sociedad británica no le perdonó su homosexualidad. Y Jack y Wilde son contemporáneos. ¿Qué tenía que hacer una lesbiana en aquel Londres moralista si quería mantener relaciones amorosas...? Frecuentar a las prostitutas de Whitechapel. Y es lo que hizo Jill. De ahí que todas sus víctimas fueran prostitutas.
L.C.- Cuando escribe novela ¿crea o deduce?
M.F.- Respecto a la personalidad de Jack, deduzco. Y estoy convencido de que no ando equivocado. La Universidad de Melbourne analizó la saliva de Jack en algunas de las cartas que envió a la policía. Hará de ello unos dos años.
L.C.- ¿Y...?
M.F- Scotland Yard aún no se ha repuesto del chasco. El ADN correspondía a una mujer.
L.C.- ¿Usted ya lo sabía?
M.F.- Lo intuía. Pero no me atrevía a formular la hipótesis. Ya había escrito tres o cuatro capítulos de «Les vacances mallorquines de Jack l'Estripador» y los rompí en cuatro trozos. Y empecé la novela de nuevo. No me dio pereza. Mi obsesión por Jack había empezado a fraguarse en el año sesenta y nueve.
L.C.- Ya me dirá por qué.
M.F.- El profesor Antoni Figuera me invitó a pronunciar una conferencia en el instituto donde trabajaba, ya no recuerdo cuál. Hablamos de Ramón Franco, de Ramón Mercader y de otros personajes históricos que yo había novelado. En un momento dado, Figuera, manifestó su desencanto por el hecho de que Jack no hubiera tenido ninguna relación con Mallorca para que yo lo convirtiera en personaje de ficción. Me quedé dándole vueltas a la idea.
L.C.- ¿Hasta cuándo?
M.F.- Ni lo sé. Pasaron muchos años, décadas. Hasta que cayó en mis manos un libro sobre una serie de asesinatos cometidos en Francia y en el Norte de Àfrica. Todos llevaban el sello de Jack, lo que me permitía pensar en una ruta siniestra.
L.C.- Ya. Y Mallorca se hallaba en medio del camino.
M.F.- Usted lo ha dicho. En 1906 se produjo un crimen horrible en Palma. La víctima vivía en la calle Volta de la Mercè, aunque su cuerpo fue hallado en la Porta des Camp. Publiqué un artículo sobre ello en el Majorca Daily Bulletin y tuvo una cierta resonancia entre la colonia inglesa. Para los mallorquines, Jack es un personaje lejano. Para los ingleses, no. Tenga en cuenta que forma parte de su leyenda urbana más famosa.
L.C.- La mallorquina asesinada...
M.F.- Era Elisabet, una prostituta. Se culpó del crimen a su amante, un carabinero llamado Miquel. Pero él siempre negó la culpabilidad. Y jamás pudo probarse que fuera el asesino.
L.C.- Uno de los aciertos de su libro es la descripción de las callejuelas cercanas a Sant Felip Neri.
M.F.- Menciono las calles dels Negrins, dels Camerons... O el barrio de Son Bitso, un conjunto de casas miserables que se alzaban en un antiguo huerto. Desde la calle de la Bosseria hasta la Porta de Sant Antoni, estaban las calles o callejas dels Hostals, de la Llotgeta, de la Volta d'en Reus, de la Galera, del Miracle, del Celler d'en Miró, de la Senyal de Peix, del Pes de la Farina... Jill se hospedó en el Hostal Europa, en el número noventa de la calle del Sindicat.
L.C.- Sitúeme a Jack.
M.F.- Puedo decirle que se interesó vivamente por un crimen que cantaba un ciego y que había ocurrido unos pocos años antes en la calle del Miracle. Cecília Dupax, una filipina, y su amante, el carnicero Pere Joan Mir, alias Parrús, descuartizaron a Rafel Rosselló, de Porreres, conocido también como Fra Alipio porque se trataba de un fraile lego exclaustrado. A Jill le atrajo la truculencia del crimen.
L.C.- Entiendo.
M.F.- Debo añadir algo para justificar mis sospechas respecto a que Jack era Jill.
L.C.- Diga...
M.F.- La mayoría de investigadores coinciden en afirmar que Jack fue cirujano. Pues bien, en la Guerra de Crimea, entre 1853 y 1856, las enfermeras inglesas destacadas en el frente aprendieron a operar y a realizar amputaciones. Jill pudo ser una de estas enfermeras.
L.C.- Desde luego. Confieso que admiro su capacidad por indagar en la vida privada.
M.F.- Es mi obsesión. Investigo aquellos hechos que no pueden hallarse en Internet. En casa, se amontonan los papeles.
L.C.-...
M.F.- Días atrás, un amigo me comentaba que, estando en Uruguay, la nieta del dramaturgo y poeta Horacio Quiroga le había comentado que su bisabuela era xueta y mallorquina. Pues bien, es cierto. Se llamaba Forteza y trataré de indagar algo sobre su vida y los motivos que la decidieron a emigrar. ¿Ve por dónde voy...? Este es el tipo de trabajo que me fascina.
L.C.- De acuerdo. Pero ¿por qué Jack asesina a Elisabet?
M.F.- Porque se hicieron amantes y en un momento dado ella, Elisabet, decidió romper la relación para reanudar los amores con el carabinero.
L.C.- No me diga que no tiene interés por hurgar en la vida de Elisabet.
M.F.- Claro que lo tengo. Pero no sé sí lo haré, porque debería dedicar un tiempo del que no dispongo a remover papeles en los archivos del juzgado. Mi capacidad de trabajo es limitada.
L.C.- ¿Qué quiere decir...?
M.F.- Que me fatigo con mayor facilidad que hace unos años. Estoy superando un cáncer y cada noche, al acostarme, tengo la sensación de que con el día se me va algo de vida que no he sabido saborear adecuadamente.
L.C.- Dígame ¿cuántos cafés se toma cada mañana?
M.F.- Dos o tres. Los necesarios para espabilarme. Usted me pilla espabilado del todo.
L.C.- Entonces me sabrá desvelar un secreto...
M.F.- ¿Cuál...?
L.C.- ¿Por qué a Jack la llama precisamente Jill?
M.F.- Porque Jill es un nombre tan popular como Jack. Medio Reino Unido se llama Jill. Y Jill o Jack pretendía no singularizarse. Quería ponérselo difícil a la policía.