Lleva los genes en el rostro. Es un Pericàs. Y, en Mallorca, este linaje se relaciona con el toreo como el Danone con el yogurt. Gabriel Pericàs (Palma, 1988) es novillero, aunque anteriormente ha trabajado de clown y ha sido campeón de España (2000) de taekwondo. Con una corta carrera en los ruedos acaba de firmar su contrato más importante: el debut en Zaragoza para el mes de septiembre.
Le pregunto si el toreo es su vocación o si ha sucumbido ante el peso familiar de cuatro generaciones de toreros. Me responde:
Gabriel Pericàs.- No cabe duda de que la tradición influye. ¡Si me bautizaron envuelto en un capote de paseo de Campanilla...! Y desde pequeño mi padre hacía cuanto sabía por meterme la afición en el cuerpo.
Llorenç Capellà.- ¿Y...?
G.P.- Conseguía que me divirtiera burlando las embestidas de los becerritos. Pero había otras cosas que me atraían más. Los Pericàs vivimos en el Coliseo Balear, mis padres son los conserjes... Y, claro, hay mucho espacio libre en el recinto que nos servía, a mí y a mis amigos, para organizar partidos de fútbol. Luego, de muy niño, me aficioné a las artes marciales.
L.C.- Total, los toros quedaban en un segundo o tercer plano.
G.P.- No, porque los tenía en casa. Si me asomaba a una ventana, veía la mole de la plaza a diez metros. Y, además, me acercaba a los corrales de la mano de mi padre. Disfrutaba echándoles de comer a los toros, a los caballos... Pero a mí me atraía la lucha olímpica. Hasta que un día, yo debería tener catorce años, mi padre, pensando en el futuro, me dio a elegir entre el toreo y el taekwondo.
L.C.- ¿Y usted...?
G.P.- No me lo pensé dos veces. Taekwondo, le respondí.
L.C.- ¿Y por qué no fontanero...?
G.P.- Ni me lo planteé. Él, mi padre, sólo me dejaba escoger entre dos caminos. Y yo elegí en libertad. Practicando el taekwondo he sido feliz. He viajado por medio mundo. He hecho amigos, he conocido diversas culturas...
L.C.- ¿Se considera sociable?
G.P.- Muchísimo. Y me gusta hablar, incluso, con las personas con ideas o sensibilidades radicalmente opuestas a la mía. ¿Que las hay que consideran que las corridas se han de prohibir...? Pues yo las respeto y escucho sus argumentos. Pero les recuerdo que cada uno lucha por aquello que le gusta o le motiva. Y yo me siento realizado en mi mundo: en el mundo de toda mi vida.
L.C.- Usted ha sido clown.
G.P.- Mi padre era el Pierrot y yo el Augusto de nariz roja. Y también actuaba con nosotros Miki, otro payaso. Mi padre empezó haciendo espectáculos cómicos con becerras y acabó dirigiendo una empresa de payasos, llamada Gaby Show, que actuaba en comuniones, en fiestas infantiles de cumpleaños... Me gustaba tanto que prefería actuar a irme a jugar con los amigos.
L.C.- ¿Qué edad tenía usted cuando empezó...?
G.P.- ¿De clown...?
L.C.- Sí, de clown.
G.P.- Doce años. En el colegio me tomaban a guasa porque no sabían de qué iba aquello. Pero yo, a lo mío. Le aseguro que ser payaso es algo tan bonito como difícil.
L.C.- No lo pongo en duda.
G.P.- Probablemente aún continuaría en el oficio si mi padre no hubiera sufrido un infarto cerebral, hace tres años, toreando en Alcúdia. Yo intenté dirigir la empresa, pero sin él... Sentía más ganas de llorar que de reír.
L.C.- Su padre ya llevaba muchos años apartado de los ruedos. ¿Cometió una imprudencia...?
G.P.- No creo. Además se trataba de un festival a beneficio de la Asociación Española contra el Cáncer y tenía muy claro que quería participar. Había acabado su actuación y estaba bromeando conmigo entre barreras. Y, de repente, se desplomó. Me llevé una impresión de las que dejan huella. Ahora está en estado vegetativo en un hospital de Sevilla.
L.C.- ¿Cómo se llevaba con él?
G.P.- Era mi mejor amigo. Otro hermano, Dani, y yo, siempre le acompañábamos. Incluso cuando iba al bar a tomarse una cerveza... Crecí pegado a él y a su mundo. De niño abría su armario y me quedaba fascinado ante los trajes de luces. Y me ponía la montera por ver si se me ajustaba. Ahora toreo con el traje azul e hilo blanco que tanto usó en sus últimos tiempos y no vea el orgullo que siento al ver que me cae que ni pintado.
L.C.- Vamos a ver: usted se había decidido por practicar el taekwondo.
G.P.- Es cierto. Pero la desgracia de mi padre me cambió. Sentí la llamada de la sangre. ¿Se dice así...?
L.C.- Puede.
G.P.- Debuté en Orihuela mañana hará un año. Y no sabe cómo agradecí que los viejos aficionados me relacionaran con los Pericàs. Uno me dijo que con el capote tenía el sello inconfundible de la dinastía. Y mire usted, no pude retener las lágrimas.
L.C.- Hay jóvenes que se rebelan contra el futuro que la tradición o la familia les asigna.
G.P.- No es mi caso. Yo me siento orgulloso de ser un Pericàs.
Vips | Quién es quién
Gabriel Pericàs: "Con los toros he vuelto al auténtico camino"
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2 comentarios
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Preciosa entrevista... emocionante. Muchisimo animo torero... tu puedes. Cada vez se te ve mas entregado. Se que puedes conseguirlo. Ni caso a los que les encanta criticar. Yo se que les haras callar bocas.
Gabriel , por favor , pon los pies en la tierra , que solo haces el moñas ª!