En una entrevista concedida al dominical de «Le Journal du Dimanche», Penn, que acaba de cumplir 51 años, asegura que con el tiempo ha descubierto también que se adapta perfectamente a los periodos de inactividad y que tiene más paciencia que antes, lo que califica de «una novedad» para él.
Reconoce, no obstante, que ha dejado de leer todos los guiones que le proponen, para centrarse «únicamente» en los de sus amigos, en los de la gente que respeta o a quien tiene estima, y en aquellos que van acompañados de una oferta sustanciosa de dinero.
El actor, que en su última película se mete en la piel de un viejo rockero, añade que aunque al principio admiraba a actores como Marlon Brando, Robert de Niro o Al Pacino, se dio cuenta rápido de que no necesitaba basar su carrera calcando el comportamiento de esas leyendas cinematográficas.
«Y ya no tengo ganas tampoco de hacer películas copiando a otros. Prefiero aprender lo que es la prisión yendo a una, en lugar de ver una película que me hable de ella», señaló en esa entrevista, en la que confiesa que recibe con ganas papeles que le supongan un desafío físico, pero no siente «ningún placer si la depresión forma parte de la ecuación».
En su vida real le gusta, según indica, «coger el volante y conducir a la aventura», la mejor manera a su juicio «de volverse a encontrar a uno mismo», al pasar del entorno habitual y las pequeñas costumbres «a nuevos horizontes».
«De repente te sientes más fuerte», explica el también director, que el año que viene, cuando haya terminado el rodaje de «Tales from the gangster squad» planea volver detrás de la cámara con «The comedian», una comedia «feroz e hilarante», que leyó, dice «literalmente partido de la risa».
Entre proyecto y proyecto tiene su base establecida en Malibú, pese a su rechazo a los «paparazzis» que siguen a todos los famosos que viven por la zona.
«Debería haber leyes que les impida esconderse fuera de lugares públicos. Pero nadie se toma en serio el hecho de que los actores son seres humanos que tienen el mismo derecho que el resto de la gente a que se respete su vida privada», asegura Penn, ganador de dos Oscar por sus actuaciones en «Mystic river» y «Harvey Milk».
«Hay una caza abierta continua», prosigue. «Y quienes se atreven a quejarse son considerados lloricas que deberían avergonzarse de quejarse de su suerte», lamenta el actor, no sin reconocer que en las nuevas generaciones lo que más le choca es ver cómo algunos «se comportan como si fueran candidatos a un concurso de popularidad».
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