La coliflor es una planta anual que se reproduce por semillas. La planta está compuesta por una cabeza blanca que es habitualmente la parte empleada para su consumo, rodeada de gruesas hojas verdes que si bien son comestibles, habitualmente se descartan. Tiene un sabor suave y, a veces, ligeramente dulzón.
Pedro Soler, socio de Agroilla, las cultiva en la finca de Can Amer Vell, en s'Hostalot (Palma). Explica que «la sembramos en verano: junio, julio y agosto, mientras que la recolección empieza en septiembre y se alarga hasta mayo, aunque ahora, en pleno invierno, es la época álgida».
La coliflor va por ciclos y dependiendo de cada uno, corto, medio o largo, se alarga más o menos la temporada. «La de ciclo corto es de 70-80 días, la de medio va de 90 a 120 días y la de ciclo largo entre los 120 y los 200 días», explica Soler. Las coles, en cambio, aunque son similares, tienen otro comportamiento; no tienen tantos ciclos, «en octubre tiene que estar sembrada y se recolecta en invierno», comenta.
La coliflor no soporta el calor «quiere tiempo de invierno. Las heladas no la perjudican, en cambio no le gusta la niebla, la perjudica mucho, y le gusta que el terreno esté bien ventilado», explica Soler. En cuanto a cuidado, necesita una cantidad «normal» de agua.
El peso ideal para recolectarla es de entre un kilo y kilo y medio, aunque puede llegar a pesar más de dos kilos. Su tamaño puede alcanzar los 30 centímetros. Toda la producción de esta finca se distribuye a través de Agroilla, cooperativa de la que Pedro Soler es socio y se vende tanto a HORECA (hoteles, restaurantes y cafeterías) como a comercios.
Respecto a la salida del producto, Soler explica que «el confinamiento del invierno anterior lo pasamos como pudimos» y encaran estos próximos meses «con optimismo, que el sector de la restauración y hotelería pueda volver abrir y que vayamos hacia la normalidad».
Por ello, han planificado la campaña de este año en base a esta ansiada vuelta a la normalidad, sembrando como la pasada temporada –que en marzo se cortó en seco–, y que «gracias a la ciudadanía que apostó por el consumo de producto local y no todo fueron pérdidas», apunta. Hace un llamamiento a «que se consuma producto de kilómetro cero». Pone un último ejemplo de la importancia de los agricultores de aquí, «con el último temporal muchas grandes superficies se desabastecían y gracias a los payeses de la Isla no faltó de nada, por ello tienen que confiar y consumir lo nostro», explica Pedro Soler.
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