Pep Martorell cría lechonas de raza autóctona y las reparte ya cocinadas o las vende en su restaurante. | Pep Córcoles

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En las tierras de la vieja ‘possessió' de Son Serra de Marina pastan apaciblemente varias piaras de cerdos negros de raza autóctona. Pep Martorell es el propietario que explota actualmente la actividad ganadera de la finca, una herencia de su padre que comenzó hace más de 60 años.

Martorell trabaja básicamente comercializando lechona negra. Desde hace varios años está llevando a cabo un proyecto que busca rentabilizar al máximo la cría y comercialización. Pep y su familia crían las lechonas desde que nacen hasta que se cocinan en las instalaciones de la finca y se reparten a domicilio.

El ganadero explica que este último año «ha sido muy difícil debido a todas las restricciones padecidas a causa de la pandemia». Martorell indica que «lo peor de todo ha sido la incertidumbre pues no sabíamos que camino tomar. Un día parecía que mejoraba la cosa, al día siguiente estaba peor».

El criador apunta que «la decisión fue la de separar los sementales de las cerdas y detener la producción de ‘porcella'. Sin embargo, con todo cerrado, se encontraron con que no podían comercializar todos los animales que ya estaban creciendo. Tomamos la decisión de sustituir a las madres viejas y destinarlas a carne o para hacer ‘sobrassada' y engordar a las lechonas jóvenes hasta sustituir a sus madres. Renovamos la sangre, en pocas palabras».

Martorell cría a sus cerdos en su finca en Son Serra de Marina.

Esta maniobra permitió que la empresa de Martorell subsistiera durante todo el año pasado y afrontara éste con buenas expectativas. En la actualidad está comercializando un 50 % aproximadamente de la ‘porcella' que vendía en 2019. El ganadero dice que «el mes de agosto de 2019 se vendieron un total de 300 lechonas, bien repartidas a domicilio, bien servidas en el comedor de nuestro restaurante El Rancho Grande».

La apertura de las medidas restrictivas se ha notado sensiblemente: «Los fines de semana se observa una gran afluencia de gente, nacional toda, que se desplaza hasta el restaurante. Las comuniones de este mes ha supuesto un revulsivo pues la gente encarga mas lechonas para llevar».

Martorell explica que empezó este proyecto cuando observó que criar lechonas y venderlas vivas a los mercaderes no era un buen negocio. Decidió entonces completar toda la cadena y comercializarla asada al horno. «Realmente estamos muy satisfechos por la acogida del consumidor eso ha propiciado que ya no sólo venda mis lechonas sino que he podido dar trabajo a tres criadores más que saben que les compro toda la producción».