«La de agricultor es una profesión poblada de gente mayor. Los más jóvenes se alejan del campo «por su dureza y falta de rentabilidad», explica David Agustín Parets, un hombre de cuarenta años que hace diez quiso volver al campo. Nació en Inca pero actualmente reside en Muro donde explota un huerto de naranjos, en la finca de es Moyà, «pero a tiempo parcial porque no puedo vivir de ello», reconoce. David decidió en 2012 alquilar la finca para explotar los naranjos.
Al principio alternaba esta labor con la de pintor «aunque tenía la intención de dedicarme al campo si mejoraba la situación», explica. Durante varios años intentó consolidar su proyecto pero fue la pandemia y el confinamiento de 2020 lo que le llevo a ser agricultor a título principal. «Mi trabajo como pintor quedó suspendido pues con el confinamiento se impidió que pudiera trabajar. Además de ello, perdí muchos trabajos que tenía contratados y que podría haber llevado a cabo después; la razón fue que los propietarios mismos, al estar confinados y sin nada que hacer, pintaron sus viviendas o locales. No me quedó otra que mirar hacia el huerto y dedicarme en cuerpo y alma», cuenta.
Aun así, indica: «En cuanto se ha podido volver a trabajar he tenido que ponerme a pintar. Del campo se puede comer, empatar a fin de año, pero no puedes ahorrar para el futuro. Es por ello que la gente joven no se siente atraída», asegura. David indica que «uno de los problemas principales con que nos encontramos es la gran cantidad de intermediarios que encarecen el producto. Resulta que nosotros lo estamos vendiendo a un precio que indigna cuando lo ves en un estante del supermercado. Yo he visto naranjas venderse tres y cuatro veces más caras en la tienda que el precio que yo he percibido. Pero no puedes intentar subirlo porque te dicen que pueden comprarla fuera más barata». El joven agrega: «Además, soportamos unos costes que no dejan de subir: electricidad, gasóleo, productos fitosanitarios, abonos, y los jornales de los empleados».
El agricultor da trabajo a dos personas cada temporada de recogida de naranja, a la que colabora también su familia y él mismo cuando termina de pintar. Su tío le hace las podas y él lleva a cabo el resto de cuidados. «Cuando acaba el año y haces balance te das cuenta que has comido, has pagado gastos, y poca cosa más. Hoy en día para ser agricultor se ha de ser muy cabezón. Te ha de gustar mucho el campo. Si yo no lo llevara en las venas no me dedicaría a esto», sentencia.
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