Tolo Payeras, en uno de los patatales que cultiva Illacamp SAT y que luego se distribuye en el mercado local. | Juanjo Roig

TW
0

Tolo Payeras (Sa Pobla, 1971) es el presidente de Illacamp SAT, una sociedad agraria de transformación que se creó en el año 2000 por la iniciativa de nueve payeses de sa Pobla. En la actualidad su producto estrella es la patata de las variedades Soprano y Sifra, pero, a diferencia de los otros portales de sa Pobla, su destino es el mercado local y el servicio a una gran cadena de supermercados. También se dedican a la distribución de patata pelada al vacío, en modalidad de cuarta gama. Tolo Payeras produce unas 800 toneladas de patatas anuales.

La campaña de la patata de este año «está siendo muy atípica porque ha habido mucho viento y en sa Pobla casi no ha llovido», relata Payeras. En primavera «sí que hizo mal tiempo, pero los seguros no lo cubren porque las rachas de viento no llegaron a lo estipulado». Las heladas «han estado controladas gracias al riego automático».

Sobre esta circunstancia el presidente de Illacamp subraya que «aún hay quien cree que los payeses ya lo hacemos todo desde el móvil y que no hay que estar pendiente del campo. Es una gran falsedad porque la presencia humana es imprescindible y las 16 horas pendiente de los cultivos y pisando la tierra no nos las quita nadie. Es cierto que la tecnología ayuda, pero no sustituye el valor del agricultor».

En estos 22 años de historia de Illacamp SAT, Payeras considera que se han registrado cambios positivos y negativos. «Se ha producido un aumento notable de la calidad de la patata y se ha mejorado su manipulación. La parte más negativa y que más se está notando en los últimos tiempos es el incremento de los costes y que no existe un relevo generacional», concluye.

Sobre este último punto resalta el hecho de que «agricultores de menos de 45 años encontraremos pocos en sa Pobla y en el cultivo de la patata no hay estudios que puedan convalidar el trabajo diario desde jóvenes y los conocimientos transmitidos de generación en generación».

El otro caballo de batalla de los productores de patata se encuentra «en la subida de los precios de la energía, el gasoil y la mano de obra cualificada, que es muy difícil de encontrar y de mantener», indica Tolo, y lamenta que «estamos abandonados por las instituciones políticas, cuando en la pandemia fuimos tan valorados junto a los transportistas y somos el inicio de una cadena de suministro vital». El futuro lo ve «muy incierto porque ya hemos comentado entre los productores que las próximas campañas corren serio peligro y me atrevo a decir que quizá en unos años tengamos que importar patatas de Francia para el consumo local. Sinceramente, no me veo acabando mi vida laboral en el mundo de la payesía».

La prohibición de los principales nematicidas que se usan en los patatales «supone también otro contratiempo porque hemos hecho pruebas con los ahora permitidos y la producción no llega ni a la mitad».