Estas temperaturas primaverales y la falta de lluvia de los últimos meses han propiciado la aparición de la niebla, un fenómeno que aunque moja el suelo no es ningún sustituto de la lluvia. Según el técnico agrícola de APAEMA, Miquel Serra, «puede ayudar a conservar la humedad que ya había anteriormente pero una aportación de agua a las raíces no lo es en absoluto».
Las lluvias de noviembre fueron muy buenas para los campos. «Se acumularon entre 60 y 80 litros en diferentes días y fueron muy provechosos para el campo. Los sembrados van muy vigorosos y la planta los puede tener como reserva», explica Serra. En cambio, el cereal que se sembró a mediados de diciembre, posterior a las lluvias mencionadas, va más atrasado y peligra porque no ha llovido.
Según Serra, el problema de la falta de frío se está cronificando y habrá venido para quedarse. «Los árboles como albaricoqueros, cerezos, ciruelos y según que variedades de almendros necesitan acumular unas horas de frío por debajo de los siete grados; para ellos significa recoger información de que el invierno se termina y pueden empezar a florecer», explica. De hecho algunos almendros ya están en plena floración y ahora vienen los días fríos con previsión de heladas.
Esta falta de frío hasta ahora se traducirá en una pérdida del fruto. Los almendros tradicionales, entre la Xylella y el gasto energético que hacen para volver a soltar la hoja dos veces, está acelerando su muerte; de aquí que de cada vez más veamos ejemplares muertos.
«Necesitamos un cambio inverso, que no está en las manos ni de los agricultores ni de la administración local, estamos hablando de un problema climático que no tiene una solución ni rápida ni local, necesitamos que haga más frío y que llueva más», apunta Miquel Serra.
Este hecho de haber florecido antes de horas ya ha pasado en alguna que otra ocasión, y es que con el cambio climático, el frío se retarda más, como ahora, que llega a mediados de enero y que a veces se alarga hasta abril, desbaratando el ciclo al que estaba acostumbrado el árbol. Los agricultores son pesimistas y ven como variedades que siempre se habían plantado irán desapareciendo y habrá que recurrir a nuevas, que se adapten al nuevo clima, cada vez más cálido.
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