Joan Miquel Perelló con su cerdos en su explotación de Sant Llorenç, donde además de trabajar vive con su familia. | RD

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Joan Miquel Perelló (Sant Llorenç, 1986) lleva toda su vida vinculado al mundo rural. Su padre y también su abuelo se dedicaban a él, por lo que de bien pequeño ya conocía los entresijos de este mundo, un sector que «en los últimos años ha cambiado mucho, tanto por el cambio climático como por las complicaciones burocráticas que se exigen», lamenta Perelló.

Pese a eso, su trabajo le apasiona. «Si no me gustara no podría hacerlo, es un trabajo que te da libertad pero también exigente, no existen sábados ni domingos», explica Joan Miquel.
Trabaja en la explotación de su familia, ca’n Calço, una finca ubicada en Sant Llorenç des Cardassar de unas cuatro cuarteradas. Además se encarga de otras localizaciones que alquila para poder llevar a cabo su trabajo.

Él se encarga de la cría y venta de cerdos y ovejas. Tiene unas 140 ovejas y hasta 10 cerdos. «Mi trabajo consiste en criarlos y asegurar su buena alimentación hasta que alcanzan el peso para ser vendidas». Para ello, lleva cada mañana las a ovejas a pastorear, «cambiamos de tierra cada dos semanas». Este animal tarda cinco meses en reproducirse. «Depende de la temporada y de la comida que haya son más grandes o más pequeñas». El caso de los cerdos es más sencillo puesto que hay que solo hay que alimentarlos y vigilarlos. Sin embargo, reconoce que son animales muy afectados por las plagas.

«El cambio climático ha alterado el trabajo del campo», afirma. Y es que Perelló también cultiva el grano para dar de comer a sus animales. «Ahora el tiempo es quién tiene el poder sobre la temporada», afirma. «No llueve como hace treinta años». Además, no solo ha afectado a la producción de grano sino también a los animales. «Hay muchas más enfermedades, lo que obliga también que todas las explotaciones tengamos un veterinario disponible en cualquier momento».

En cuanto a epidemias, por suerte, la lengua azul no ha afectado a su rebaño, «aunque conozco a muchos compañeros que sí y es un gran problema». La pérdida de un ejemplar puede suponer grandes pérdidas para un pequeño productor. También hay que añadir un incremento del precio de alimentos para los animales. «Los precios que pagamos nosotros se han encarecido mucho, sin embargo lo que cobramos por el animal no, algo que no compensa», explica Perelló. «Si este mundo continúa así, acabará siendo una ruina», sentencia.

«Lo que yo vendo a 90 o 100 euros, en el mercado está al triple», explica. «Tenemos que potenciar el producto local y que la gente reconozca su calidad pero entiendo que una familia normal no va a comprar un cordero entero, cuando antes sí se hacía. Ahora se vive más al día y no se mira tanto la calidad de lo que consumimos». Pese a todo, Perelló continua su trabajo día a día con la ayuda de su familia.