Nacida el 11 de noviembre de 1960 en Mancor de la Vall, Margalida Balaguer Martí ha encontrado en la búsqueda de setas una pasión que va más allá de un simple pasatiempo. Lo que comenzó como una forma de desconectar del día a día, se ha transformado en una actividad que conecta tradición, naturaleza y aprendizaje continuo.
Su amor por las setas se remonta a sus años en Pollença, cuando sus hijos eran pequeños y buscaba nuevas formas de ocupar su tiempo. «Mi exsuegra fue quien me introdujo en este mundo. Mientras los niños estaban en la escoleta, ella me enseñaba rincones y las normas básicas para buscar setas. Fue una experiencia que me marcó y que sigo disfrutando décadas después», recuerda con cariño.
Este año, la temporada de esclata-sangs ha sido especial para Margalida, a pesar de haber comenzado tarde. «Hacía años que no vivíamos una explosión como esta en Mancor, el pueblo de los esclata-sangs. Llegué a encontrar siete u ocho bajo una misma mata, algo que hacía tiempo no veía. Ha sido un disfrute, no solo por la cantidad, sino por la calidad de las setas». Además, menciona que la aparición de especies como Cogomes y Blaves, más comunes al inicio de la temporada, ha sido inusual, resultado del retraso en las lluvias.
Sin embargo, advierte sobre la necesidad de más precipitaciones para garantizar la continuidad de la temporada: «Si no llueve pronto, la montaña no podrá seguir ofreciendo lo que ahora tanto disfrutamos».
Aunque Margalida tiene una inclinación especial por los esclata-sangs, reconoce que los picornells le ofrecen una experiencia diferente. «Los esclata-sangs son el rey, pero requieren más paciencia y esfuerzo. En cambio, con los picornells, me relajo y disfruto más del entorno. Pollença, donde viví muchos años, es una tierra perfecta para ellos».
Entre los recuerdos más memorables de su afición, destaca un día junto a su exsuegra en el bosque: «En dos horas llenamos la senalla, una bolsa de plástico e incluso mi jersey. Fue tan increíble que tuve que llamar a mi marido para que recogiera a los niños del cole».
Margalida defiende un enfoque respetuoso en la búsqueda de setas. «Solo llevo lo esencial: una buena senalla, el teléfono, agua y, a veces, un cuchillo. Aunque suelo usar un palo pequeño para apartar las hojas, nunca remuevo en exceso el terreno. Creo firmemente que debemos coger solo lo que vemos sin dañar el bosque». Reconocer setas comestibles no es tarea sencilla, admite Margalida.
Aunque valora la seguridad de buscar setas en compañía, prefiere hacerlo sola. «Es un momento para desconectar, pensar y conectar con la naturaleza. Aunque reconozco que no siempre es lo más seguro evito situaciones peligrosas. Me gusta ser independiente», sentencia.
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