Estos moluscos, que habitan en las zonas arenosas, tienen la costumbre de filtrar agua para alimentarse, lo que provoca que ingieran pequeñas partículas de arena. Por ello, es necesario seguir un proceso específico para eliminarla antes de su consumo, que aunque es sencillo, requiere un poco de tiempo y paciencia. El primer paso es comprar los berberechos frescos, preferentemente vivos. Para asegurarte de su frescura, debes buscar aquellos que estén cerrados o que se cierren al tocarlos. Evita los que tengan la concha rota o estén abiertos.
Una vez que los tengas, colócalos en un recipiente grande con agua salada. La proporción adecuada sería de 35 gramos de sal por cada litro de agua, simulando el agua de mar. Déjalos en remojo durante al menos 2 horas. Al estar en este medio, expulsarán la arena que contienen en su interior. Es importante mencionar que el agua debe estar fría y se debe cambiar varias veces durante este proceso. Además, nunca se deben dejar en remojo más de 24 horas, ya que podrían morir. Para los berberechos más arenosos, puedes añadir una cucharada de harina al agua, lo que incentivará aún más que expulsen la arena.
Después de este tiempo, retíralos con cuidado para no remover la arena que ha quedado en el fondo del recipiente. Luego, lávalos bajo el grifo con agua fría para eliminar cualquier resto que haya quedado en las conchas. Para terminar, es conveniente realizar una última comprobación de cada uno. Abre las conchas ligeramente y si ves arena en el interior, retírala con la ayuda de un cuchillo pequeño. Siguiendo estos sencillos pasos, podrás disfrutar de tus berberechos sin preocuparte de la arenilla que a menudo los acompaña. Recuerda que, aunque puede ser un proceso pesado, su sabor bien vale la pena. Ahora, solo te queda cocinarlos a tu gusto y disfrutarlos. ¡Buen provecho!
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