Entre las pastas consumidas en nuestras mesas navideñas una de las más arraigadas son las llamadas ‘coques bambes'. Son una pasta sencilla, de masa delicada, con un alveolado pequeño y fino, que le dota de una textura ligera, muy esponjosa y flexible. Esa ligereza es la que seguramente les dio su actual nombre. Procedería de la acepción de dicho vocablo que designa a algo hinchado y vacío o hueco, más que con la opción que identifica así a una persona algo tonta y de entendimiento limitado.
Son una de las pastas dulces consideradas tradicionalmente parte esencial de la repostería vinculada a los eulogios u ofrendas rituales características de la cultura religiosa cristiana católica.
La costumbre que, como en tantos otros campos, se ha incorporado a nuestras tradiciones es ahora parte fundamental de las mismas. Su presencia se remontaría a los panes benditos entregados en determinados rituales de la Iglesia católica desde la Alta Edad Media. Dicha tradición de eulogios es común entre las más antiguas que todas las prácticas religiosas han venido manteniendo para granjearse el favor de la divinidad. Inicialmente esas ofrendas debieron ser simples trozos de pan, o algún otro alimento sencillo y similar, con las cuales se agasajaba a los fieles que habían asistido al acto religioso. Al principio dichos panes benditos u oblationes eran ofertados a los asistentes únicamente en determinadas funciones religiosas, en concreto solo en Semana Santa.
La evolución de los rituales y la preponderancia progresiva del dulce en las mesas cotidianas, daría lugar a su enriquecimiento con algún edulcorante. Esta tentativa de hacerlos más atractivos sería la explicación más razonable de la progresiva y frecuente presencia de preparaciones dulces.
El posible origen de la costumbre de obsequiar con algún alimento, parece remontarse a la tradición oriental de respeto y atención a los eventuales visitantes, a quienes se ofrece sustento y acogida en atención a su visita. Esta última costumbre estaba profundamente arraigada en la Iglesia Católica Oriental, aunque su práctica era también habitual en Occidente. Se cree que el camino de su transmisión se produjo a través de los monasterios, cuyos miembros orientales estuvieron en contacto con sus equivalentes de nuestro entorno.
Estas ofrendas u otras similares era habitual hacerlas también al sacerdote que celebraba una determinada ceremonia, a un monasterio donde tenía lugar una festividad precisa, o al señor feudal de un lugar, al cual se le reconocía así su autoridad. Un ejemplo de este último reconocimiento con un dulce navideño serían los ahora conocidos panetone, cuyo origen vinculan a tiempos medievales diversas leyendas sin mucha apariencia de veracidad. No es el caso de las ‘coques bambes', cuya documentación escrita en nuestra isla es remontable a la segunda mitad del seiscientos y primeras décadas del siglo siguiente. Para esas fechas las sabemos consumidas regularmente tanto en celebraciones de la nobleza como por la minoría criptojudía isleña en el día del Yom Hakkippurim o Yom Kippur.
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