«Philippe et Jean se instalaron cerca de la ventana, ante la mesa donde sus cubiertos habían sido colocados. Preguntó Jean qué les iba a servir Madame Prunet y ésta respondió que pollo, tal como lo habían encargado y que mientras tanto, para abrir boca, les serviría algunos entremeses. Un foie-gras de pato y unas gambas cocidas. Añadió que como no era muy variado, les podía ofrecer sardinas en aceite que iría a buscar a la tienda más cercana. Dijeron que no era necesario y ella se retiró a la cocina. Comentó Jean a su compañero que las gambas sin ser muy grandes pero sazonadas con chalota, tomillo y laurel que se aplicaban a un hervido corto resultarían excelentes y en cuanto al foie-gras, Philippe, lo calificó de excelente, mejor del que se servía en París. Tenían sobre la mesa dos clases de vinos, el blanco y el tinto. Los cataron. El blanco era ligero con un regusto de resina que no parecía desagradable. En lo tocante al tinto era espeso, un poco violáceo, pero agradable y fresco…». El fragmento pertenece a un relato de Pierre Benoit (1886-1962), un novelista francés que cultivó la novela de ambiente exótico y de aventuras, como Koesnigsmark, La Atlántida… Y como en este caso, la aventura, era gastronómica.
Pierre Benoit, el almuerzo de Sousceyrac y un pollo oriental
Salamos un pollo de kilo y medio, cortamos cebolla en rodajas y añadimos limón y distintas especias
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