Imagen de los pescados y mariscos que el cliente encuentra justo al llegar al restaurante La Parada del Mar en Cala Major, en Palma. | RD

TW
0

Llevan 14 años en la zona de Cala Major con una fórmula donde, nada más entrar, el cliente se encuentra con el pescado o marisco que va a consumir desplegado sobre un banco como el de las pescaderías, con los precios junto al género, y donde sólo tiene que dejarse aconsejar y decidir producto y cantidad. De ahí, a la cocina, donde lo prepararán a la plancha o en fritura, los dos pilares de este restaurante.

Decoración marinera, con grandes fotografías de barcos, aparejos y pescadores que destacan sobre una azulejería blanca y azul recubriendo las columnas, mesas y sillas austeras y cómodas, sin mantel y con cubiertos y copas sencillas; amplia terraza ideal para la época en la que el calor amaina, y un servicio rodado, agradable y dispuesto a ayudar al cliente, sobre todo en momentos en que el local no está a tope. El éxito de La Parada del Mar se explica por la conjunción de buen producto, que rota continuamente por mor de la gran demanda, dominio de la preparación y precios razonables para un restaurante de mar.

La oferta es amplia acorde con lo que ofrece el mercado y la temporada. Lenguado (49,8€/kg), cap-roig, lubina (32€/kg), rape (40€/kg) dorada (32€/kg), calamar (40€/kg), sepia (35,6€/kg), boquerón (25€/kg), mejillones (21€/kg), gambas, zamburiñas, pulpo, que propician siempre una apetecible elección.

Una interesante opción es recurrir al menú degustación, actualmente de nueve productos, a base de boquerones demasiado fritos en nuestro caso; zamburiñas, mínimamente marcadas; excelentes aros de calamar rehogados con aceite; sabrosas navajas, aunque con algo de arena; mejillones al vapor que sólo necesitaban unas gotitas de limón para extraerles todos su sabor, y jugosos gambones en perfecto estado de plancha. Incluye ricos pimientos de Padrón afortunadamente ninguno de ellos picaba, y ensalada de frutos secos, con maíz, lechuga y tomate, que encajaba bien para compensar la fritura. Interesantes los postres, tanto el pastel de zanahoria con frutos secos, como una original tarta de chocolate y cerveza Guinness.

El menú degustación es la propuesta de mayor demanda en este particular restaurante que ha resistido bien el paso de los años, superando momentos complicados, como el incendio que sufrió en noviembre de 2019 y los letales efectos de la pandemia para el sector. Los precios han ido subiendo progresivamente el menú, con ocho productos, costaba 26€ (con un producto menos) cuando reabrieron tras el incendio, hasta colocarse en los 37,5€ actuales, competitivo en cualquier caso en la locura de precios de los restaurantes de pescado.

Incluye una botella de vino para dos. El blanco que nos ofrecieron era un sencillo sauvignon seco, que maridaba bien con lo que tomamos, que se puede sustituir por cualquier otro de la carta pagando la diferencia. La oferta vinícola, mayoritariamente de blancos, es amplia y a precios que multiplican dos veces y media el de tienda.

Cuando almorzamos, medio día a principios de septiembre, no había demasiadas mesas ocupadas, algo poco habitual porque suele estar lleno por la noche, cuando es más que recomendable reservar, sobre todo en fines de semana. Conviene acercarse con tiempo porque el aparcamiento resulta complicado, especialmente en época veraniega.

Un restaurante con una fórmula que marida buenos productos de mar, lograda preparación y servicio ágil y eficaz, que sigue dándoles resultado desde hace tres lustros en buena medida porque la factura no ocasiona un destrozo en el bolsillo.