TW
0

Estando en el mar cocinaba sobre un hornillo de petróleo en una esquina de la cámara de tripulantes. Este hornillo estaba suspendido del techo, de manera que las cacerolas quedaban horizontales en cualquier la posición de la nave. En la práctica la freidora o la cazuela caían del pequeño fogón, inundando mis piernas desnudas de aceite hirviendo. En tiempo tempestuoso era, por lo tanto, muy difícil cocinar. Lo mismo de difícil que el borde de un vaso llegase a los labios, y no pocas veces aquellos pedazos de buey caían por el suelo; y en el barco era todo tan estrecho que un marino apenas podía volverse sobre sí mismo, y era difícil moverse sin darse con las paredes de la embarcación…»

Es un texto del escritor francés Alain Gerbault en su obra «Seul à travers l’Atlantique», explicando como eran las aventuras de un navegante solitario en un velero de dimensiones muy limitadas. El relato obedece a aquel dicho popular, «al freír serà el reír» Alain Gerbaut (Laval, 1893-Dili, Timor Oriental, 1941) alternó su actividad literaria con la de aviador, navegante, tenista popular ganador de un Rolland Garrós... tuvo que participar en la Primera Guerra Mundial en escuadrillas de caza, reconocimiento y bombardeo. Hijo de industriales de tres generaciones, no tuvo suerte en los negocios. Había estudiado en Laval y París pero los años de la primera contienda mundial estropearon muchos de sus proyectos.

En lo que nos cuenta de cocina marinera, podríamos observar esta vez un plato de sencilla preparación y escasos ingredientes. Contaríamos en principio con una lengua de buey con su propia gelatina. Veamos como hacerlo: en primer lugar ponemos en una cacerola la lengua de buey y medio pie de ternera con dos litros de caldo de buey, un vaso de vino blanco, cien gramos de manteca de cerdo, un poco de perejil, una hoja de laurel, dos dientes de ajo y una cebolla trinchada. Puesto todo a cocer, con la cazuela casi tapada, dejamos de transcurran unas seis horas, tiempo en que la lengua esté tierna. Entonces la sacamos de la cazuela y la pelamos. La ponemos nuevamente en el líquido de la cocción y la dejamos enfriar. Al día siguiente, el líquido de la cocción se habrá convertido en gelatina, acompañando a la carne.