Ragú de salchichas, ideal para combatir las bajas temperaturas.

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«El calor de la habitación me dio mucho sueño después de la noche y el día tan agitados. Lo combatí hablando, haciendo una descripción de una vida de periodista que, por cierto, guardaba poca semejanza con la mía. Pareció caerles en gracia y el ambiente se hacía cada vez más cordial. Después, Sacha preparó una comida de tales proporciones que que tuve la certeza de que ellos se quedarían sin comestibles durante varios días. Pepinos en vinagre, tomates, patatas fritas, kasha de alforfón, salchichas, queso, y de beber, té dulce. Al terminar Sacha insistió que yo ocupase la cama de bronce, pero dije que siempre me había gustado dormir al estilo del campo, al lado de la estufa. Extendí mi chuba  y el cuello apelotonado servía de almohada. En cuestión de segundos me dormí como un bendito.»

Este texto pertenece a la novela «Las cenizas de Loda» y trata de un hombre que investiga en una isba de la Unión Soviética un caso de espionaje. El autor de la misma, que contaba con una treintena larga de relatos de este tipo es el británico Andrew Garve, cuyo verdadero nombre es Paul Winterton. Hacía servir otros seudónimos como Roger Bax y Paul Somers. De 1942 a 1945 fue corresponsal del News Chronicle de Londres en Moscú. Natural de Leincester, se graduó en la Facultad de Ciencias Económicas de Londres aunque su verdadera vocación era la literatura.

El verdadero nombre del Andrew Garve fue Paul Winterton y su gran vocación fue la literatura

Mondamos cuatro tomates, es decir, unos doscientos gramos, que cortamos en cuatro trozos iguales y les quitamos la base del tallo para hacerlo dados. Los echamos en el asador o la cazuela y les añadimos un octavo de litro de agua caliente dejando que se vayan haciendo por espacio de unos cinco minutos. Transcurrido este tiempo lo sazonamos con romero, sal y pimienta. Calentamos unos sesenta gramos de mantequilla o manteca y freímos en ella las ocho salchichas de ternera, de al menos, cincuenta gramos cada una, bien lavadas y secadas, y las hacemos bien doradas por espacio de diez minutos. En la misma grasa freímos cuatro o cinco patatas peladas y cortadas en rodajas. Todo junto lo ponemos en una fuente y lo acompañamos de unos pepinos en vinagre, queso curado y troceado y algo de cebollino picado. Podemos obviar la helada climatología del relato.