Sepulcro Capitular de la Catedral de Mallorca. | Gaspar Valero

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Una impresionante lápida sepulcral se sitúa en la cabeza de la nave central de la Catedral o Seu de Mallorca, frente al altar mayor y, por tanto, frente a la Capilla Real; mide este bloque 5,27m de largo por 2,75m de ancho; se trata de la tumba de los canónigos, llamada, por tanto, sepulcro capitular. Antoni Pons Cortès refiere un poco la historia del sepulcro de los canónigos y nos informa y dice que el espacio sepulcral está en este lugar desde el año 1428 y que, previamente, se había trasladado desde el claustro-camposanto (hoy ocupado por la parte de la nave más cercana al palacio de la Almudaina) a la capilla del Corpus Christi, para ser finalmente dispuesto en la cabecera catedralicia el citado año 1428 en tiempos del maestro de obras Guillem Sagrera.

-¡Vaya una impresión, ‘Vell Professor', mirar cara a cara este sepulcro! ¿Qué nos quire decir, que es un sepulcro gótico?

-No, no,para nada, la lauda, como se ve a simple vista, es muy posterior a los trabajos de Sagrera. Es barroca y podría ser contemporánea de los trabajos de Giuseppe Dardanone, que en 1726 diseñó el retablo mayor barroco de esta basílica (actualmente se encuentra en la iglesia de la Inmaculada, conocida como Sant Magí), así como el marco que lo acogía.

-Sí, profesor, mire qué dicen el P. Llompart, I. Mateo y J. M. Palou en el gran libro de la Seu coordinado por A. Pascual; Bueno, es un pie de foto de D. Murray: «Uno de los suntuosos bancos de jaspe y mármol, diseñados por G. Dardanon como parte de la escenografía barroca del presbiterio (1728)».

-Ah, muy bien. ¡Aportar esta cita puntúa una muy buena nota! Efectivamente, la lápida actual fue obrada en mármol y jaspe de colores serios, especialmente en la cenefa policromada. Ahora prepárense porque el tema es muy duro, un constante recordatorio del ‘memento mori' y de la insignificancia de las vanidades humanas.

-¡»Endavant ses atxes», que ya somos estudiantes de grado superior!

-Nunca mejor dicho, lo de las ‘atxes' o antorchas, que esto va de funerales. Atención, un poco de respeto en este momento tan trascendente. En la parte baja del laudo sepulcral, aparece representado el símbolo de la Muerte -cráneo y dos huesos (tibias) cruzados-, situado sobre un reloj de arena y timbrado con el sombrero episcopal de cordones de seis borlas a cada lado.

-Oh... y también hay una inscripción que rodea esta parte inferior de la lápida... parece latín...

-Yo la puedo leer -dice otro alumno-: «Omnes quidamos resurgemus sed non omnes inmutabimur». Qué significa esto, profesor... parece una frase inquietante...

-Se trata de un versículo de la Epístola I de San Pablo a los Corintios, concretamente el XV:51; podemos traducirlo así: «Todos a la verdad resucitaremos; pero no todos seremos transformados». El versículo completo dice: «Ved aquí, hermanos, un misterio que os declararé: Todos a la verdad resucitaremos; pero no todos seremos transformados [en hombres celestiales]».

-Vaya... no sé si lo entendemos -dicen algunos alumnos, con caras largas, de contrariedad-

-‘Uep', dice otro: he encontrado algo ‘online'... Un exégeta, intenta explicar la frase de San Pablo: «¿En qué se diferenciarán los cuerpos de los justos y los de los pecadores? El alma, transfigurada por la gloria celestial, comunicará a los cuerpos de los justos cualidades que no tendrán los de los pecadores... Por tanto «Todos a la verdad resucitaremos; pero no todos seremos cambiados [en cuerpos celestiales].»

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-Bueno, ya tenemos tema para reflexionar esta noche. Continuamos con el análisis del sepulcro. ¡Mirad!, en la parte superior, se representa un detalle simpático: un niño juega a hacer burbujas.

-¡Lo ve, profesor, no todo es tan triste en esta tumba!

-Es simpático, ¡pero su mensaje no es para reír!

- ¿Cuál es el mensaje, del niño jugando a hacer burbujas? Por cierto, podríamos ponerle un nombre: Bimbollet.

-Bimbollet... ¡me gusta el nombre! Pues dicen que representa la fugacidad de la vida, con sus efímeras vanidades: «El tiempo vuela, la vida se desvanece... la vida es fugaz y frágil, como la burbuja del soplo del niño».

El eminente poeta Miquel Costa i Llobera, que fue canónigo de esta catedral basílica y, sin duda, pasó muchos momentos de reflexión y oración ante Bimbollet, en uno de los poemas de

las Horacianas recoge este símbolo del 'memento mori': «No os encantéis con los vacíos brillantes | de una elocuencia frívola: | es la pompa de jabón que, hinchándose | con el soplo de un niño, espléndida, | se irisa en su punto, mas, al instante, no forma | ni siquiera gotas efímeras».

-¡Vaya, el poeta inspirándose y usted leyendo el poema en el preciso punto energético, han acertado de lleno!

-Vale. Antes de que me emocione más... os dejo estos apuntes, que tratan el tema. ¡los leéis... y, por hoy, clase terminada!

Ser como una pompa de jabón

El diccionario Amengual, de 1858, en la entrada 'burbuja' dice: «Esser com una bambolla de sebó, o una bambolla de sebó. Frase: Hablando de los bienes y riquezas, disiparse y consumirse en breve tiempo. Hacerse sal y agua»

El símbolo del niño y la pompa de jabón es un caso repetido en la iconografía de las vanitas, no sólo indica la fragilidad de la vida, sino también la vulnerabilidad inherente al ser humano. Este símbolo fue recogido ya en la antigüedad clásica por los escritores Varron y Lucano quienes consagraron la frase latina, Homo bulla est ("el ser humano es como una pompa de jabón"), y la de Vita quasi fumus, bullula flos que perit ("la vida es como el humo, una pompa de jabón y una flor que muere"). Ambas sentencias fueron transmitidas en el Renacimiento a través de los Adagia de Erasmo de Rotterdam, consiguiendo en la segunda mitad de siglo XVI una gran difusión junto con otros motivos que reflejaban la mortalidad y la debilidad de la vida. Gracias a una ficha del Museo Nacional de Cerámica de Valencia, titulada: «El tiempo vuela, la vida se desvanece», nos fijamos en un grabado de Hendrick Goltzius, del año 1594. La obra muestra a un niño apoyado en una calavera, haciendo pompas de jabón con un canutillo; a su derecha, una jarrita echa humo, que sube y se difumina. En conjunto, la escena tiene un lema, un título que interpela al lector: Quis evadet? ( "¿Quién se va a escapar?"). La inscripción del grabado formula una poética apoteosis de la muerte; no consta, como en la Edad Media, que fuera el umbral hacia la nueva vida eterna... parece más el esbozo de un lamento existencialista; dice el escrito, traducido: «¿Quién se va a escapar? La nueva y plateada flor, fragante con el aliento de la primavera, marchita al instante, su belleza muere; así, pues, la vida del hombre, ya desde el momento de nacer, por desgracia, va desapareciendo como una burbuja o como un humo fugaz».