Creemos que los procesos de la Naturaleza suceden ajenos a nosotros, parece que vivimos en la isla de lo individual y que «allá afuera» se sucediera la Naturaleza y sus ciclos. Esta es quizá una de la enfermedades más peligrosas de nuestra sociedad moderna: nos hemos desconectado de la Naturaleza, nos hemos desterrado a nosotros mismos de el Edén.
La manzana del conocimiento: el progreso, las ciudades, la tecnología han ido construyendo la falsa ilusión (engaño) de que ajeno a nosotros existe la Naturaleza y que sus fenómenos suceden lejanos, ajenos a nuestras «importantes» vidas humanas e individuales.
Todo comenzó cuando el ser humano, a partir de la Revolución Industrial, se convenció de que era más fuerte que la Naturaleza y comenzó a dominarla y a construir las grandes ciudades, los ferrocarriles, la industria y todo lo que conocemos.
Nos enfocamos en construir un confort vital ajeno a la Naturaleza hasta llegar al absurdo en que vivimos hoy, en que de verdad estamos convencidos de que « afuera», «ajeno a nosotros», existe la Naturaleza y sus ciclos y procesos.
Nada es más lejano a la realidad, nada más patético y sobre todo nada más triste que esta ciega ilusión.
Basta ver los fenómenos naturales para comenzar a despertar al hecho de que nuestras acciones y decisiones están íntimamente vinculadas a los procesos naturales. Que en nuestra ignorancia hemos alterado a la Naturaleza y somos nosotros mismos los responsables de generar los problemas más urgentes de nuestras sociedades modernas: el desabastecimiento de agua, las sequías y, por tanto, los procesos m migratorios y la alteración en todo el ecosistema de la Naturaleza.
El cambio climático no llegó montado en una nave extraterrestre. El cambio climático y sus devastadoras consecuencias son el resultado de la forma en que los últimos doscientos años nos hemos relacionado con la Naturaleza.
Seguir creyendo que todo sucede ajeno nosotros no hará más que seguir contribuyendo a la funesta debacle de nuestro planeta y por lo tanto seguiremos viendo fenómenos devastadores e incluso peores en los años venideros.
No se necesitan solamente Políticas Publicas, se necesita un cambio de conciencia, un volver a la Tierra y reconocernos como parte intrínseca de ella. Somos Naturaleza, no habitamos en la Naturaleza. Somos la Naturaleza y la forma en que nos relacionamos con lo que de verdad somos es lo único que podrá ofrecer una experiencia distinta de lo que vivimos y experimentamos.
Basta con sentir los procesos de la Tierra, los Ciclos Celestes, para entender que nosotros también crecemos, nos desprendemos de lo viejo, expandimos la energía, nos recogemos para reflexionar. Somos Naturaleza, las estaciones nos determinan, nos guían, nos definen en el ánimo, en los afectos, en la forma en que nos relacionamos con nuestro cuerpo, emociones y el Cuerpo-Tierra.
Es urgente volver a la Tierra, es un llamado de emergencia antes de que las consecuencias de nuestra soberbia e ignorancia terminen por aniquilarnos.
Estamos rumbo al Solsticio de Invierno, vale la pena sentir la energía del sol y recogernos a reflexionar, a sentir, a descalzarnos y poner, literalmente, los pies en la Tierra. No regresar, recordar, despertar a la verdad de quienes somos (naturaleza) puede seguir trayendo tragedias.
Recordar y Despertar podría ofrecernos la posibilidad ya no sólo de cuidar sino de resarcir el daño que nos hemos hecho.
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