Llega un momento en nuestra vida en el que se genera un punto de inflexión entre lo que somos, lo que tenemos y lo que queremos ser y hacer. Es en ese punto, donde las rectas se cortan, cuando pasado, presente y futuro se unen para preguntarnos hacía dónde vamos y cuál es nuestro propósito.
Llegamos a la edad adulta habiendo cumplido un montón de metas que teníamos en mente cuando éramos jóvenes, haciendo todo lo posible por conseguirlas y, por el camino, vamos dejando una parte de nosotros que nos caracterizaba y nos hacía increíbles… nuestros talentos innatos.
Todos nosotros de niños nos hemos reconocido haciendo cosas que, de una forma natural, se nos daba bien y en las que destacábamos sin demasiado esfuerzo, pero que, sobre todo, nos hacían inmensamente feliz. Y, es que esas capacidades, nuestros talentos innatos, nos acercan a nuestro propósito de vida.
Con el paso del tiempo y de los años, nos vamos distanciando de esos ellos olvidándolos y dejando que sólo formen parte de nuestra niñez, dejamos de cultivarlos pasando a construir una vida enfocada a un resultado que llene la idea que tenemos construida de ella.
Y llega un momento, ese punto donde las rectas se cortan, en el que nos damos cuenta de que hemos perdido la percepción de lo que realmente se nos da bien de una forma innata.
Redescubrir y conectar con nuestros talentos innatos pasa por volver a mirar a la niñez que dejamos atrás con ojos de curiosidad y lupa en mano, para hacer visible todo aquello en lo que destacábamos y que, en este momento podemos poner en valor porque nos puede ayudar a acercarnos a una nueva versión de nosotros, pero sin desdibujar lo que somos.
¿Cómo los descubrimos?
La primera pista la encontramos en nuestra infancia. Esa vuelta al pasado, campo a través, te acercará a muchas cosas que te gustaban y que se te daban bien, pero que dejaste aparcadas. Puedes hacer una lista con todas ellas y empezar por la que te resulte más atractiva.
Otra forma de descubrirlos es observándote y mirando en que área de la vida destacas: Quizá ayudando a los demás, quizá cuidando animales u organizando eventos… experimenta y atrévete a invertir tu tiempo en nuevas pasiones.
Poner foco en los halagos y consideraciones que recibimos cuando realizamos algo de forma altruista o voluntaria, también es una forma de identificar nuestros talentos innatos. Puede ser una oportunidad perfecta para navegar en nuevas oportunidades de crecimiento personal o laboral.
Cuando las cosas te gustan y no te cuestan, el tiempo pasa volando. Es uno de los mejores termómetros que podemos tener para conectar con esos talentos innatos. Fíjate en todas aquellas actividades que te hacen perder la noción del tiempo y sácale partido para aprender de tus capacidades y habilidades.
Descubrir nuestros talentos innatos, nuestras capacidades y habilidades en la edad adulta, a priori, puede parecer una labor complicada, sobre todo, cuando parece que al llegar a esta etapa necesariamente debemos conocer todo de nosotros, pero nada más lejos de la realidad; los años nos aportan experiencias y nos hace conocer más de cerca nuestras fortalezas y nuestras debilidades. Es importante romper con esta creencia que solo nos lleva a conformarnos y no avanzar más allá de lo conocido. Ser consciente de todos esos talentos que hemos tenidos ocultos nos ayuda a dar un dar un giro en cualquier ámbito de nuestra vida.
Cualquier momento es bueno para dar rienda suelta a nuestros talentos naturales, porque siempre estamos a tiempo de cuestionarnos cuál es el propósito de nuestra vida; para ello es necesario cederles el espacio necesario para que se desarrollen con la confianza plena de que el tiempo les hará salir a flote y, así nos regalen una nueva oportunidad de conectar con esa esencia nuestra, más auténtica y empoderante, que nos ayudará a enriquecer nuestra vida.
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