Bàsquet Inca vive instalado entre el lujo. Seis jornadas después,
el grupo de Paco Olmos exhibe con indisimulado orgullo la mejor
hoja de servicios de la LEB. Se ha quedado solo en la cúspide y su
repertorio ha destapado los sueños más prohibidos en un entorno que
observa expectante las evoluciones de un equipo que ha recuperado
el respeto. Melilla ha supuesto un punto de inflexión, entre otras
cosas porque ha entregado el gobierno en solitario de la categoría
a los mallorquines y porque ha certificado que el nuevo proyecto
inquense está predestinado a ser importante.
De hecho, humillar al Melilla Caja Rural en su propia cancha y
abandonar la pista escuchando los aplausos de la grada no es un
éxito que está al alcance de muchos. Seis jornadas después, Bàsquet
Inca se ha visto las caras con equipos de todas las clases sociales
que anidan en la LEB, aunque ha sido ante los más poderosos
"Granada, Lucentum Alicante y el propio Melilla" donde ha ofrecido
su discurso más solvente.
Olmos, que sigue reclamando humildad y rehuyendo de cualquier
triunfalismo, no ha tardado en ser señalado como el máximo
responsable de la orgiástica apertura del curso. El técnico
valenciano ha conseguido inculcar su carácter ganador a una
plantilla completamente identificada con su discurso. Nadie en el
equipo es capaz de hablar en futuro y en esta obsesión por el
presente y por lo inmediato parece radicar parte del éxito.
«Todos tenemos muy claro lo que hay que hacer para ser
importantes en esta Liga y de momento todo el mundo está con los
pies en el suelo y pensando que el domingo jugamos ante el Rosalía
de Castro en el Palau. Aquí nadie piensa en lo que puede pasar
dentro de un mes, sino en el próximo partido y además como si de
una final se tratara», repite con frecuencia Paco Olmos.
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