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No será una cita más. Los recuerdos y las insinuaciones al pasado resultarán inevitables. Sondeos del Norte, un emblema del pasado más negro del Bàsquet Inca, regresa al Palau. Fue el verdugo de un equipo en ruinas, el último en hurgar en las miserias de un conjunto predestinado a perder siempre y que no tuvo excesivos problemas para encontrar algo de enmienda en el playoff que emparejó a los más mediocres (1-3). Inca reeditó su fracaso e incrustó en su currículo otro gazapo enorme. Esta es la herencia de Jaume Ventura Sala. La parte más tangible del legado de un entrenador que arrasó con lo poco que había construido: generó una guerra civil y devolvió al club a la época diluviana. Pocos meses después, el cruce de caminos entre Inca y Sondeos "domingo, 19.00 horas" oculta muchas dosis de orgullo y una simbólica pero definitiva ruptura con el venturismo.

Paco Olmos, totalmente ajeno a la etapa que tiñió de esperpento al club mallorquín y convirtió al Bàsquet Inca en el hazmerreir de todo el baloncesto profesional, ha despojado su discurso de cualquier aspecto pretérito, pero también ha cargado de trascendencia la vuelta de su equipo al Palau. El técnico que ha devuelto la sonrisa a la entidad ha asegurado que el duelo ante el Sondeos pondrá a prueba la madurez de su equipo y también de la hinchada. «Recibimos un correctivo durísimo en Tenerife y es importante conocer la respuesta de los jugadores. Yo estoy convendido de que saldremos a morir y que la victoria no se escapará, pero algunos aspectos son ingobernables y hay que esperar al partido. Es una prueba para la plantilla, pero creo que también lo es para la afición. Creo que si queremos un equipo entre los mejores de la LEB el domingo debemos llenar el campo. Es cierto que venimos de perder de forma contundente, pero el equipo continúa en el primer puesto y necesita la ayuda de la afición».