El duende de Tristán, ese delantero capaz de obtener destellos de
luz del más feo y gris de los partidos, volvió a obsequiar al
Mallorca con otra tarde de sosiego. El ariete sevillano engaña a
todo el mundo (seguramente también a su entrenador), parece que no
está en el partido, que la historia no va con él. Hasta que huele
un balón de cerca al borde del área. Entonces sí está Tristán.
Llamado a ser el salvavidas del equipo en la presente temporada, el
delantero bermellón la tocó en dos ocasiones y ambas acabaron en
gol.
Dos minutos de Tristán dieron sentido a un partido anodino,
plagado de momentos lamentables. Uno de esos choques que se
resuelven apelando a la capacidad de sufrimiento de las gradas.
Habría sido el partido terrorífico de la jornada, de no ser porque
en él jugaba Diego Tristán. Alavés y Mallorca no exhibieron en
Mendizorroza ninguna especial querencia por el juego ofensivo.
Ambos se respetaron tanto que terminaron llenando de piernas el
centro del campo y cerrando espacios hasta el estrangulamiento
total del partido.
El choque pintaba muy mal hasta que el azar le hizo un guiño al
espectáculo cuando en el minuto 14 una buena jugada del Alavés
terminó en las botas de Javi González para que éste pusiera un
balón en la cabeza de Meho Kodro que el bosnio no desaprovechó. El
Alavés se adelantaba en el marcador en la primera acción clara de
gol de que dispuso y el Mallorca se quedó a dos velas. Crecido ante
su eficacia, el granítico bloque de Mané descubrió que no todo en
la vida es pertrecharse atrás y buscó un nuevo gol con relativa
confianza, sin embargo todo su bagaje ofensivo se redujo a sendos
disparos muy atolondrados de Contra y Morales desde fuera del
área.
El Mallorca también tuvo sus momentitos de peligro. El más claro
cuando Carreras se quedó solo ante Herrera al recibir un balón de
Biagini, pero el sustituto de Stankovic se quedó atenazado por el
peso de la responsabilidad y no supo qué hacer con el balón. La
primera parte ya no dio para más y nada hacía pensar que el guión
se transformara tras el descanso. Sin embargo nunca se puede
anticipar el porvenir de un encuentro de fútbol. Sobre todo si en
él toma parte Diego Tristán. Nueve minutos del segundo tiempo le
bastaron al delantero sevillano para exhibir sus dotes de artista
en Mendizorroza.
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