Alfredo Di Stéfano Lauhle es uno de los nombres propios del
balompié mundial. Llevaba el «9» a la espalda, pero ha sido el
futbolista «10». El más completo. Nacido genio en los «potreros»
(descampados) de su Buenos Aires natal, donde vino al mundo el 4 de
julio de 1926. Hijo de Alfredo Di Stéfano Chiozza y Eulalia Lauhle
Dick, su sangre es una mezcla de su abuelo napolitano y abuela
irlandesa.
Si se define a un argentino como un italiano que habla español y
se cree inglés, no cabe duda que Di Stéfano huyó del arquetipo y
forjó un carácter difícil de encajar. En todo caso, un carácter
indomable y luchador. «De niño tuve la afición normal de todo
estudiante por jugar a la pelota. Jugábamos en la calle porque
entonces pasaba un coche cada hora. ¿Antecedentes futbolísticos?.
Hasta donde yo alcanzo a saber de la familia de mi madre estaban
los Drake, unos emigrantes ingleses que fundaron en Buenos Aires un
club llamado Alumni. Por otra parte mi «viejo» jugó en el River
Plate de centrocampista, pero se retiró a los veinticuatro años por
una lesión. Luego trabajó como vendedor de patatas en el Mercado
Nacional, detrás de la cancha de Boca Juniors. Murió con 74 años.
Mi madre, con 93», dice. «Yo tengo fijada mi residencia en Madrid
desde 1953, pero todos los años doy una vuelta por Buenos Aires
para matar la nostalgia. Mi hermano Tulio murió en 1992 y mi
hermana Norma sigue viviendo allí», añade.
Alfredo Di Stéfano ha sido el más grande, si acaso a la misma
altura de Pelé, pero su base futbolística no fue normal: a los
quince años quería ser campesino. «Fuí poco al colegio, porque a
los quince años me fuí a trabajar el campo en una finca que tenía
mi familia en Los Cardales, a setenta kilómetros de Buenos Aires.
Yo quería seguir los pasos de mi padre y ganarme la vida como
campesino y ganadero. Jugaba al fútbol para entretenerme en el
equipo juvenil del pueblo, hasta que un día un electricista me
animó a ir a probar por las categorías inferiores del River Plate.
Así lo hice». Afortunadamente para el fútbol. Di Stéfano estuvo en
el River desde 1944 hasta 1949, donde integró aquella famosa
delantera compuesta por Muñoz, Moreno, Labruna, Di Stéfano y
Lostau. De allí se fue al Millonarios de Bogotá. En 1952 jugó con
el Millonarios un amistoso en Chamartín. Los técnicos del Madrid
querían fichar a Pedernera, que jugo con el «8» a la espalda, pero
Santiago Bernabéu sacó a relucir su ojo clínico y dijo: «Fichadme
al 9».
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