Lo sucedido en la penúltima etapa de la Vuelta a España fue un
calco de lo ocurrido en días anteriores, pues el pelotón se movió
al ritmo que marcó el conjunto del líder, el Kelme Costa Blanca de
Roberto Heras.
El principal sobresalto lo daban el abandono del ilustre español
Manuel Beltrán, que echaba pie a tierra a mitad de carrera debido a
problemas estomacales y la caída sin mayores consecuencias de Nieto
en el grupo de escapados y una avería mecánica de Santos González
en el pelotón del líder. A falta de 32 kilómetros para el final,
con el alto de la Cruz Verde por medio, puntuable de tercera
categoría y como aperitivo para el final de la subida al alto de
Abantos, en cuya cima estaba la meta, la situación de carrera no
cambiaba y Piccoli seguía su cabalgada con un minuto de diferencia
sobre un pelotón en el que los ataques comenzaban a ser una
constante.
Al pie de Abantos, alto que albergaba por segunda vez
consecutiva una final de etapa, el pelotón principal llegaba muy
estirado con ciclistas del Kelme Costa Blanca, Euskaltel, ONCE DB y
Vitalicio que defendía con uñas y dientes su primer puesto en la
general por equipos.
Llegaba el momento de la verdad, en las primeras estribaciones
del Alto de Abantos, Kelme con Cardenas y Rubiera intentó poner
orden, pero no lo consiguió, aunque si ponía fin a la fuga de
Piccoli. Del buen ritmo impuesto por Heras y sus compañeros
intentaron sacar partido otros corredores, caso del ganador en la
pasada edición Roberto Laiseka llevándose a Simoni y Heras que se
limitaba a seguir el ritmo, pues era el que menos se jugaba en el
envite. En la parte final lo volvía a intentar Laiseka hasta en
tres ocasiones, pero le respondía Simoni y Heras se mantenía a
rueda para luego lanzar un terrorífico ataque que dejaba clavados a
sus compañeros de fuga poniendo con ese triunfo broche de oro a la
superioridad de su equipo, ya que sus más directos rivales
necesitaron 44 segundos más.
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