El último clásico, el que convierte en inútiles treinta y ocho
minutos del penúltimo, está servido. Drac Inca y Menorca Bàsquet
darán forma esta mañana al episodio más concluyente del partido más
largo, cosido por entregas y que ha acabado instalado en un
escenario ilógico. Ha llegado la hora de zanjar el contencioso más
polémico al que ha dado cobijo el baloncesto balear y soltar la
adrenalina acumulada durante los últimos días. Es curioso, pero la
habilidad de los dirigentes mallorquines y la propia competición
han acabado dando a su equipo un puñado de argumentos que le
otorgan una posición ventajista.
El grupo de Quino Salvo es la otra cara de la moneda. Nadie en
el plantel menorquín entiende por qué se le ha despojado de algo
que era suyo y su futuro es incierto. La heroicidad de Lleida le ha
otorgado un pequeño margen de error, pero el cuadro de Maó
"independientemente del resultado de hoy" tiene licencia para
quejarse de cualquier cosa. Fran Rueda, por ejemplo, jugó un buen
partido en el Palau, pero ha caído lesionado de gravedad y ha
despedido la temporada. Por contra, Santi Aldama, que no actuó el
pasado domingo 25, podrá hacerlo hoy. Es un aspecto a tener en
cuenta.
De hecho, Menorca Bàsquet hizo suyo el último derbi por dos
aspectos muy concretos: equilibrio y dirección. Nadie pudo con
Sitapha Savane dentro de la pintura y Patri Reynés estuvo
magistral. Hoy las cosas pueden cambiar. El Inca podrá contar con
un jugador que ha adquirido rango de imprescindible y los
interiores visitantes tendrán más problemas. En el caso de Reynés,
es el mejor base de la categoría y ante eso no se puede hacer
mucho. Saldado con éxito el duelo ante el Melilla, el cuadro
mallorquín asume su reencuentro con el Menorca con la tranquilidad
que aporta saber que nadie puede echarlo ya del play-off.
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