El Mallorca sigue palpando la Liga de Campeones. El grupo de
Aragonés supo transformarse a tiempo y cargar la mochila con un
punto que le afianza entre la flor y nata de la Liga. Un movimiento
de su entrenador en la apertura del segundo acto le permitió
arreglar lo que parecía roto en mil pedazos. La irrupción de Carlos
y Güiza resultó determinante en la transformación que experimentó
la escuadra balear. Incrementaron las revoluciones y sellaron un
empate que oculta un elevado valor anímico y también puramente
aritmético.
El repertorio que ofreció el Mallorca durante la primera parte
resultó deprimente. Ausente y blando, el equipo balear se aplicó
sin sentido alguno. De hecho, el cuadro local superó a los baleares
en todas las facetas del juego y ese gobierno absoluto acabó
arrojando una estadística que delataba con máxima fiabilidad lo que
había ocurrido sobre el rectángulo de juego: Palermo y Víctor
arreglaron el partido en apenas treinta y siete minutos y el
Mallorca no fue capaz de tirar ni un sola vez a puerta.
Uno de sus principales argumentos, Leo Franco, recibió un golpe
en la pierna derecha y a los veinte minutos solicitaba el cambio.
Irrumpía Micki Garro, un guardameta huérfano de experiencia en
Primera y que tuvo un estreno coloreado en negro. Sus dos primeras
intervenciones fueron para agacharse y recoger el balón del
interior de la portería. Eso sí, poco más pudo hacer ante la
languidez exhibida por su propia defensa, especialmente en la
acción que supuso el primer gol.
Pero el partido dio un giro de ciento ochenta grados en la
segunda parte. Casi empezó con un movimiento de Luis Aragonés.
Retiró del campo a Luque y Biagini y apostó por Carlos y Güiza. Un
minuto después, Carreras remataba a gol un saque de esquina botado
por Ibagaza. El Mallorca empezaba a empujar. Su fútbol se había
transformado y su rival se sentía intimidado. Carreras volvía a
intentarlo, después Miquel Soler, aunque fue Carlos quien dio un
golpe de timón. Controló un balón largo, se internó en el área y
después de burlarse de toda la defensa entregó el gol a Güiza. Era
el 2-2 y la metamorfosis había cobrado tangencia en el
marcador.
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