ALBERT ORFILA
Parece estar escrito. Drac Inca es un equipo predestinado a quedarse siempre a medias. Justo cuando acaricia la gloria, algo sucede que le envía directo al purgatorio. Su estigma perdedor se agranda y en su hoja de servicios sólo aparecen cosas vulgares. Alicante, Córdoba y ahora Granada, un equipo de medio pelo que apenas cuenta con cinco jugadores interesantes, han forjado la negra biografía del cuadro mallorquín en los playoffs.
El sueño de la semifinal balear se esfumó y el curso llegó a su punto y final para el Drac Inca. Cualquier análisis, por somero que sea, deja más o menos claro que las opciones de éxito del Inca quedaron notablemente mermadas en los dos primeros partidos de la serie. El Palau Municipal de Inca permitió equilibrar la eliminatoria, pero en baloncesto todo el mundo tiene más o menos claro que ganar un quinto partido con el factor pista en contra es lo más parecido a una misión imposible. La lógica no se alteró y así sucedió.
Aferrado al acierto de su perímetro, Inca logró resistir durante un primer acto, que casi siempre se movió sobre un alambre. El acierto de Orlando Lightfoot y Willy Villar desde la línea de seis veinticinco metros fue el único factor de desequilibrio y lo que permitió a los mallorquines retirarse a vestuarios con una tímida sonrisa en el rostro (41-43). El baloncesto balear había funcionado a empujones, a ratos, pero un par de latigazos de Lightfoot le habían permitido cerrar el segundo cuarto con una exigua ventaja.
Todo cambió en el tercer cuarto. Granada expuso su mayor equilibrio y un parcial de 14-2 dejó a los mallorquines al borde del precipicio. Los locales habían recuperado la brújula, aunque el Inca nunca bajó los brazos y cuando parecía herido de muerte logró empatar (74-74, a falta de 3 minutos). Incluso tuvo una posesión para cobrar ventaja, pero Cabral erró el tiro. Emergió Serrano y la función fue suya.
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