Además la carrera checa ha arrojado dos datos muy importantes a
la luz. El primero de ellos es el bache técnico por el que
atraviesa la marca que el año pasado encumbró al estadounidense
Kenny Roberts, Suzuki, que vio como su campeón se tenía que retirar
después de liderar la prueba en las vueltas iniciales y eso con un
motor del año 1993. Que una marca como Suzuki tenga que recurrir a
mecánicas de hace casi una década es algo más que preocupante.
Menos honesto, mucho menos, es lo que parece que ha sucedido
-los hechos le dan la razón-, con Alex Crivillé y, en menor medida,
con Tohru Ukawa, su compañero de equipo, que estuvo acertado. El
campeón del mundo de 1999 se quejó hasta la saciedad de los
problemas de su Honda y nadie quiso oírle. Cuando Rossi ha visto
peligrar su liderato en el Mundial frente a Biaggi, antes de Brno,
entonces los responsables de la marca del Ala dorada han reconocido
que hay piezas especiales que sólo tiene Rossi y prometen a
Crivillé que dispondrá de ellas en Brno.
En la pista, la respuesta es clara y contundente. Crivillé no es
un piloto que haga grandes entrenamientos, pero si todo estaba
bien, antes, estaba delante. Qué casualidad que, con la llegada de
las nuevas piezas, vuelva a pisar el podio y haga la mejor carrera
de la temporada. Está claro que algo no ha funcionado y no ha sido
el piloto. El japonés Daijiro Katoh (Honda) se encontró con muchos
más problemas de los previstos para aumentar su racha triunfal de
la temporada en 250 cc y el principal de ellos se llamó Tetsuya
Harada (Aprilia), al que luego se unió un cada vez más competitivo
Marco Melandri (Aprilia).
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