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Pocas victorias expanden el efecto reparador que produjo el éxito del Drac Inca. Nada como un partido grande para limpiar dudas, borrar sospechas y encarar el primer reto en el Palau "ante el Manresa, el viernes" con el depósito hasta arriba. Aunque una corriente muy extendida lo anteponga todo al resultado, ganar jugando bien al baloncesto genera un sentimiento de plenitud colectiva incomparable. Y eso ocurrió el sábado: Drac Inca se aplicó con exquisitez y tumbó a un equipo diseñado para ganarlo todo. De ahí que el rearme sea evidente y significativo.

Con un primer triunfo en la mochila, el Drac Inca aguarda expectante la llegada del Manresa. El cuadro catalán, que ayer superó al Llobregat y encadenó su segunda victoria consecutiva, afronta otra temporada en la LEB con el mismo objetivo que el curso anterior. En su intención de regresar cuanto antes a su hábitat natural, ha remozado sustancialmente su plantel. Nadie perdonó a Salva Maldonado el fracaso de su equipo en la serie de ascenso ante Caprabo Lleida (3-1) y el club decidió aplicar una gran revolución y recurrir también a hombres con pasado en un club al que verlo en esta Liga no deja de causar extrañeza.

El técnico Ricard Casas, Rafa Vega o el ex capitán Joan Peñarroya, referencias de un tiempo glorioso han vuelto a Manresa para dar forma al ansiado ascenso. Junto a ellos, Albert Oliver, Iker Urreizti, Antony Stacey, Antonio Reynolds y Jesús Cilla, un escolta que durante este verano tuvo sobre la mesa una propuesta del Drac Inca. Jordi Singla, Ferrán Laviña y Alexis Montas son los único supervivientes del proyecto que abanderó Maldonado, ahora en el banquillo del Ourense.