Después de los problemas clasificatorios que le llevaron hasta
la repesca frente a Ucrania, Alemania dio una imagen que nadie
recordaba. Fue un conjunto con un gran espíritu de equipo, el mismo
que les llevó al título mundial en 1954, 1974 ó 1990, y con muchos
recursos.
Alemania ya no es sólo músculo como en las dos últimas citas y
ante los débiles saudíes lo demostraron. Su centro de campo es
espectacular. Dispone de un jugador llamado a marcar toda una
época, como es Michael Ballack, el flamante fichaje del Bayern
Munich, y de complementos de calidad indudable como Dieter Hamann
(Liverpool) o Bernd Schneider (Bayer Leverkusen).
Ballack y Schneider se entienden a la perfección, porque han
jugado muchos años juntos en Leverkusen, y ambos son productos de
la Carl Zeiss Jena, un equipo de referencia en la antigua República
Democrática Alemana.
El carácter que imprimen ambos es determinante, como también lo
es el oportunismo de Miroslav Klose. Este delantero de origen
polaco es lo que la selección alemana llevaba buscando desde años y
no era capaz de encontrar.
Los germanos, que han tenido a grandes goleadores en su historia
como Gerd Muller, Karl-Heinz Rummenigge, Jurgen Klinsmann o el
propio Rudi Voeller, por fin tienen una nueva referencia, porque
los intentos con Oliver Bierhoff, Stefan Kuntz y Carsten Jancker no
habían sido tan fructíferos como se esperaba.
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