Una vez más, el Real Mallorca fue víctima de la dependencia extrema
de Ariel Ibagaza. El regreso del mediapunta argentino dio un nuevo
aire al cuadro de Manzano en labores ofensivas. La frescura de
ideas y la fluidez del esférico volvieron a ser las notas
predominantes en la vanguardia balear, que topó con una de las
líneas defensivas más férreas de la Primera División.
El técnico andaluz no dudó un instante en poner en liza a un
Ibagaza que le dio su toque personal al conjunto. Walter Pandiani
lo notó, aunque la falta de definición volvió a ser la cruz del
Rifle.
Pero el reencuentro de Ibagaza con la competición resultó ser un
problema añadido para Miguel Àngel Lotina. Un inconveniente que con
el tiempo se fue diluyendo. El cansancio y la inactividad acabaron
pasando factura al Caño, que fue el mejor del Real Mallorca durante
un partido en el que no hubo discusión a la hora de ensalzar la
entrega del sudamericano. Su entrega y constancia fueron acordes
con el derroche y el aguante físico de Ariel, que finalizó el
encuentro buscando ansiosamente un momento de descanso con el que
tomar aire y recargar unas pilas bajo mínimos.
La principal motivación de un Ibagaza siempre expeditivo era
nutrir de buenos balones al único atacante, un trabajo que fue
facilitado con la entrada de «Turu» Flores a poco más de un cuarto
de hora para la conclusión del partido.
Manzano tuvo órdenes e indicaciones para todos, excepto para
Ibagaza, que asumió el papel de líder que se le presuponía y se
puso al equipo a las espaldas cuando el espesor invadía los
esquemas de juego del preparador jienense.
No hubo tregua para un hombre al que la falta de rodaje no le
impedió aguantar estoicamente durante los noventa minutos de juego.
Buscando facilitar la ruta hacia el gol de «Turu» Flores y Walter
Pandiani, fue Fernando Niño el que logró enviar el esférico al
fondo de las mallas.
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