José Ángel Samaniego, de cuclillas, da instrucciones a sus jugadores en un tiempo muerto. FOTO: CURRO VIERA.

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Drac Inca se desangra e hipoteca el futuro de su banquillo. Las dudas planean sobre un equipo sin alma y aplastan a un entrenador cuyo crédito está totalmente agotado tras el pésimo recital de juego ofrecido en un último cuarto para borrar de la memoria. El clásico parece haber dictado sentencia a un hombre que ha vivido bajo la sombra de un relevo que se antoja inmediato. Ocho derrotas en sendos partidos son un bagaje desolador para cualquier equipo, y una buena excusa para hacer realidad un cambio en la pizarra.

En el partido de las urgencias, Drac Inca salió con la intención de ahorrarse problemas, endosando un 8-2 a Menorca en poco más de dos minutos. Fue un simple aviso, pues los hombres de Segura afinaron su arsenal y con un parcial de 0-6 devolvieron el equilibrio al luminoso de forma radical. Eso siempre con el permiso de un Rocky Walls que se hizo con el monopolio del rebote y hasta el instante en el que Paco Rueda hizo acto de presencia en la estadística. El alero certificaba la primera ventaja mahonesa (10-11) y hacía aparecer los nervios y la inquietud en un Palau que se las prometía felices en una tarde clave para el futuro de un Drac Inca atascado en una dinámica derrotista.

El perímetro era el arma de Segura, y Martín el encargado de mantener con vida al Coinga Menorca en plena efervescencia de Paris Bryant. El base agradó en su estreno ante la grada del Palau y se encargó de dinamitar el margen de maniobra menorquín. Un triple suyo supuso una bocanada de aire fresco para los de Samaniego (15-11, min. 6), a los que un impás de relajación condenó al sufrimiento en un primer cuarto lleno de alternativas en el marcador, pero en el que los gualdinegros evidenciaron que algo más que un simple partido era lo que había en juego sobre el parquet. Muestra de ello era la ligera ventaja con la queCoinga Menorca llegaba al final del primer asalto (19-20).

Walls siguió marcando la pauta bajo los tableros, pero el banquillo inquense no era el remedio a los males de un equipo que debería sudar para no encajar la octava derrota del curso. Tan sólo Miki López, y en acciones contadas, otorgó solvencia al grupo de suplentes. La proximidad del ecuador del partido coincidió con el mejor momento de juego del Drac Inca. Un fulminante 7-0 hacía despertar a los mallorquines de su sueño deportivo y volvía a poner en franquicia a un Menorca que exprimió al máximo las virtudes de las que puede presumir su cinco. Walls era el que mantenía el tipo en una marea de imprecisiones que fue creciendo con el paso de los minutos y el ocaso de la era Samaniego.

El último cuarto fue el de la defunción del proyecto. Menorca campeó a sus anchas sobre el parquet. Con Leo Gutiérrez físicamente mermado y el resto psicológicamente derrotados, era un imposible evitar lo inevitable. Samaniego huele a pasado.