Drac Inca se desangra e hipoteca el futuro de su banquillo. Las
dudas planean sobre un equipo sin alma y aplastan a un entrenador
cuyo crédito está totalmente agotado tras el pésimo recital de
juego ofrecido en un último cuarto para borrar de la memoria. El
clásico parece haber dictado sentencia a un hombre que ha vivido
bajo la sombra de un relevo que se antoja inmediato. Ocho derrotas
en sendos partidos son un bagaje desolador para cualquier equipo, y
una buena excusa para hacer realidad un cambio en la pizarra.
En el partido de las urgencias, Drac Inca salió con la intención
de ahorrarse problemas, endosando un 8-2 a Menorca en poco más de
dos minutos. Fue un simple aviso, pues los hombres de Segura
afinaron su arsenal y con un parcial de 0-6 devolvieron el
equilibrio al luminoso de forma radical. Eso siempre con el permiso
de un Rocky Walls que se hizo con el monopolio del rebote y hasta
el instante en el que Paco Rueda hizo acto de presencia en la
estadística. El alero certificaba la primera ventaja mahonesa
(10-11) y hacía aparecer los nervios y la inquietud en un Palau que
se las prometía felices en una tarde clave para el futuro de un
Drac Inca atascado en una dinámica derrotista.
El perímetro era el arma de Segura, y Martín el encargado de
mantener con vida al Coinga Menorca en plena efervescencia de Paris
Bryant. El base agradó en su estreno ante la grada del Palau y se
encargó de dinamitar el margen de maniobra menorquín. Un triple
suyo supuso una bocanada de aire fresco para los de Samaniego
(15-11, min. 6), a los que un impás de relajación condenó al
sufrimiento en un primer cuarto lleno de alternativas en el
marcador, pero en el que los gualdinegros evidenciaron que algo más
que un simple partido era lo que había en juego sobre el parquet.
Muestra de ello era la ligera ventaja con la queCoinga Menorca
llegaba al final del primer asalto (19-20).
Walls siguió marcando la pauta bajo los tableros, pero el
banquillo inquense no era el remedio a los males de un equipo que
debería sudar para no encajar la octava derrota del curso. Tan sólo
Miki López, y en acciones contadas, otorgó solvencia al grupo de
suplentes. La proximidad del ecuador del partido coincidió con el
mejor momento de juego del Drac Inca. Un fulminante 7-0 hacía
despertar a los mallorquines de su sueño deportivo y volvía a poner
en franquicia a un Menorca que exprimió al máximo las virtudes de
las que puede presumir su cinco. Walls era el que mantenía el tipo
en una marea de imprecisiones que fue creciendo con el paso de los
minutos y el ocaso de la era Samaniego.
El último cuarto fue el de la defunción del proyecto. Menorca
campeó a sus anchas sobre el parquet. Con Leo Gutiérrez físicamente
mermado y el resto psicológicamente derrotados, era un imposible
evitar lo inevitable. Samaniego huele a pasado.
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