El empate del Real Mallorca en Mendizorroza sitúa al equipo de
Gregorio Manzano cerca de casi todo en Primera División. Colocado
en la zona templada, los rojillos observan desde su posición cómo
se está llevando a cabo una lucha encarnizada en la parte baja de
la clasificación. Las diferencias no son abismales y se está seis
puntos por encima del primer puesto de descenso, pero tal y como se
dan los resultados en la máxima categoría, el margen de
tranquilidad que tiene el once balear es muy notable.
La próxima semana el Racing visita el campo de Son Moix y, una
vez más, como ya ocurrió la semana pasada o, sin ir más lejos ayer
mismo, el Mallorca tendrá oportunidad de volver a definir el
objetivo de esta temporada. Una victoria le situará codo a codo con
ese puñado de equipos que luchan por intentar amarrar un puesto
europeo, mientras que una derrota puede volver a meterte en
problemas dependiendo de lo que ocurra en los enfrentamientos donde
están implicados los equipos situados en la zona baja.
Pese a que todavía nadie pone la mano en el fuego y asegura en
mayúsculas que el Mallorca está salvado, lo cierto es que
virtualmente el equipo bermellón ha logrado el objetivo de la
permanencia. Si la cifra matemática que garantiza el seguir en
Primera ronda los 44 o 45 puntos, esta temporada puede darse la
circunstancia de que, con una puntuación menor, se logre igualmente
el objetivo deseado de mantener la categoría. La irregularidad es
la nota principal en los equipos implicados en el descenso y sus
técnicos no esconden que la tensión y la presión, por momentos,
afecta directamente a sus futbolistas. Por ejemplo, el técnico del
Osasuna, Javier Aguirre, dijo ayer tras perder en casa frente al
Málaga que su equipo «notó la tensión de la clasificación. Es
difícil manejar los nervios y aunque tuvimos la pelota, nos hemos
mostrado muy nerviosos», dijo uno de los técnicos que intentan
sacar a su equipo de las zonas volcánicas.
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