Nadal, junto a Carlos Moyà, al término del partido disputado en Hamburgo. JOCHEN KÖRNER

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Rafael Nadal consiguió ayer la mejor victoria de su corta pero exitosa carrera deportiva al derrotar a su «maestro» Carlos Moyà por 7-5/6-4 en la segunda ronda del Masters Series de Hamburgo. Con un saque no potente, pero sí incómodo, una derecha que en nada tiene que envidiar a la de Moyà, un revés que no suele decidir pero que le corre endiabladamente y un físico portentoso el joven manacorí doblegó en un intenso encuentro al actual número 5 de la Carrera de Campeones, que no tuvo su mejor día, pero que a pesar de conocer a su oponente perfectamente no pudo sacarle sus puntos más débiles.

Comenzó ganando su saque Nadal, pero Carlos se apuntó los dos juegos siguientes, logrando el primer «break» de la noche. Parecía que la cosa comenzaba a estar clara, pero nada más lejos de la realidad. Nadal igualó a dos rompiendo el saque de su oponente y demostrando que iba a plantar mucha guerra. Cada uno logró mantener su servicio en los juegos posteriores pero ya se veía cada vez a un Moyà más nervioso y a un Nadal más relajado y confiado en sus posibilidades, a pesar de que el tenista nacido en Palma apenas pasaba dificultades con su servicio. Con 6-5 a favor de Nadal y saque de Moyà, consiguió el «break» que le daba la primera manga en la segunda oportunidad. Pero en el punto anterior, con 15-40, se vivió uno de los mejores momentos del partido con golpes profundos y potentes de Moyà que eran devueltos aún más cerca de la línea por Rafael hasta que la bola de Carlos se quedó a media pista pero Nadal la mandó a la red. No fallaría en la siguiente.

Joan Bosch, que ejercía las labores de técnico de Moyà y Jofre Porta, «coach» en el día de ayer de Nadal, sentado en la fila de delante, seguían el partido maravillados por el juego del manacorí, que en apenas en un suspiro se colocó 4-1 en el segundo set, a pesar de que Nadal comenzó perdiendo su servicio. Moyà reaccionó y logró empatar a 4, convirtiendo sus lamentos con frases como «no la muevo» en gritos de ánimo. Pero ni mucho menos la reacción impresionó a Nadal, que conservó su servicio con facilidad y aprovechó la segunda bola de partido que disponía para llevarse una victoria tan sorpresiva, en teoría, como justa. Moyà no se encontró en ningún momento a gusto en un partido en el que no tenía nada que ganar y sí mucho que perder y tuvo enfrente a un portento de fuerza, pero sobre todo de inteligencia y madurez que no se asusta ante nadie.