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Dijo días atrás Gonzalo Colsa que le había impresionado el talante de Etoo, su personalidad, su complicidad. Explicó el cántabro que el delantero camerunés se había interesado por la situación de todos los nuevos, desde cómo andan en el equipo, hasta si han encontrado vivienda. Ayer, y cuando el vestuario está algo convulsionado por las sospechas que ha generado la defensa, el atacante volvió a ejercer de capitán. «Aquí jugamos once, defendemos once y atacamos once», explicó en relación a las críticas que ha recibido la zaga.

Samuel Etoo se ha convertido en el alma del vestuario, en la referencia absoluta. Además de liderar el nuevo proyecto de la era Cursach, ahora también se permite la licencia de transmitir tranquilidad, o hablar con los árbitros: «Tengo la posibilidad de hablar con ellos y hasta ahora se han comportado muy bien conmigo», dijo ayer. «Reciben más lo que les digo y cada vez me siento mejor hablándoles». Icono deportivo del mallorquinismo en los últimos tiempos, Etoo ha sufrido una transformación que ha derivado en un tipo pausado, más maduro y menos emocional.

Por eso asumió que debía situarse bajo los palos ante el Athletic, cuando Leo Franco fue expulsado: «Creo que no habría sucedido lo que pasó en San Mamés si no llevo el brazalete de capitán. Tuve que tomar esa decisión porque soy la cabeza visible de todos; pensé que debía asumir ese papel, miré al entrenador y no me dijo que no. Y ya está», enfatizó el africano. Interrogado sobre el papel que jugó la defensa en Bilbao y las declaraciones que han envuelto esa cita, Etoo fue tajante: «Ésa es la desgracia del fútbol, que siempre se critica a los mismos, pero todos cometemos errores. Por ejemplo, en la jugada que supone la expulsión de Leo Franco fallo yo, que di mal un pase.