TW
0

Pese a los inconvenientes propios de cada nacimiento de temporada, el Mallorca amontona ya sus dos primeros encuentros como local y todavía no ha dado a torcer el brazo plenamente. Y ese es un dato importante teniendo en cuenta que era precisamente el Sevilla el equipo que comparecía ayer en Son Moix. Los hispalenses, acostumbrados en los últimos tiempos a sacar tajada de su paso por el feudo rojillo, aterrizaban en la Isla infundiendo respeto aunque generando una escasa expectación. Ni la llegada con el equipo de algunos ex mallorquinistas ilustres -David o Carlitos- terminó de convencer a la masa social bermellona que acudió en su medida habitual a las gradas del campo.

La entrada fue nuevamente discreta -aunque la megafonía del estadio anunció algo más de dieciséis mil espectadores- y podían verse multitud de localidades sin ocupante entre la hinchada. Ni la buena acogida que tienen los conjuntos andaluces en Palma sirvió para mejorar el aspecto de un recinto que vivió el choque desde la calma inicial para ir calentándose a medida que avanzaba el tiempo.

Tuvo que llegar el gol rival para que se desesperezara la hinchada. Marcó Darío Silva y se encendió Son Moix para sacar las uñas contra el debutante Teixeira Vitienes y de paso, empujar al equipo hasta el empate de Bruggink. El holandés sigue consolidando su buena relación con el público, que ayer esperaba entusiasmado el estreno de Ligüera. Aunque al final no fue para tanto.