Carlos Moyà es manteado por sus compañeros tras su triunfo sobre Gastón Gaudio. Foto: Emilio Morenatti

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Carlos Moyà no es un tipo que fracasa en los objetivos que se marca. El tenista mallorquín se ha fijado como principal meta para esta temporada levantar la Ensaladera y ayer protagonizó la victoria de España en las semifinales de la Copa Davis. Tras el patinazo de Juan Carlos Ferrero (perdió con Agustín Calleri), y con la serie igualada a dos puntos, Moyà ofreció su mejor imagen. Humilló a Gastón Gaudio y sacó el pasaporte del equipo nacional para la final de Australia.

Jugar el punto decisivo de una eliminatoria de semifinales de Copa Davis nunca es un partido sencillo, pero Carlos Moyà llevaba demasiado tiempo esperando un encuentro de estas características como para fracasar. Sería para evitar la más mínima duda o para rematar la moral de Gaudio, pero lo cierto es que el mallorquín fue un vendaval en el primer parcial. Ofreció un recital de servicios (superó en muchas ocasiones los 200 km/h con un porcentaje muy elevado), mostró la mejor derecha del tenis mundial y no cometió prácticamente ningún error no forzado con el revés. Desde el primer minuto tuvo al público rendido a sus pies («¿quién decía que Charly no conectaba? preguntaba Arrese) y en poco más de media hora tenía el primer set en el bolsillo (6-1).

La facilidad con la que Moyà había ganado el primer parcial hacía pensar que el mallorquín pudiera relajarse. Carlos se jugaba ayer demasiado y no bajó una milésima su ritmo. Su saque seguía siendo brutal y Gaudio sobrevivía sufriendo mucho. En el quinto juego la resistencia del argentino se vino abajo y el mallorquín cobró una importante ventaja (3-2 y servicio). La grada se rendía al poderío del jugador balear, que respondía con un servicio a 213 km/h. Estas velocidades y un porcentaje de aciertos elevadísimos le permitió anotarse el segundo set sin excesivos problemas (6-4).

La cabeza de Gastón Gaudio ya no estaba en Málaga. El argentino debía estar pensando en la humillante derrota ante Ferrero y en las escasas posibilidades que le quedaban frente a Moyà que incluso llegó a equivocarse de lado de la pista cuando tenía que reiniciarse el juego. Fue una premonición, ya que el mallorquín le rompió el servicio en este primer juego del tercer set. Gaudio estaba noqueado por el severo correctivo que estaba recibiendo y lo pagó con la raqueta. El argentino la rompió contra el suelo al llegar a la silla y recibió una amonestación del árbitro.

Carlos Moyà continuaba sin relajarse. Volvió a ganar su saque con autoridad (2-0) y el público comenzaba su festival: «Adiós Argentina, adiós». Gaudio no encontraba la mínima fisura en el juego del mallorquín. El partido, si quedaba alguna duda, quedaba sentenciado en el quinto juego. El jugador isleño volvía a hacer break y se colocaba con un contundente 5-1. La banda sonora de Rocky sonaba en la grada y muchos ya pensaban en si podían permitirse acompañar al equipo en la final de Australia. El partido se murió con el 6-2, justo cuando comenzaba la gran fiesta.
Moyà cayó arrodillado al suelo con los brazos en alto y posteriormente soltó la raqueta y cayó boca abajo sobre la pista diseñada por Andreu Puigserver. Los jugadores y el cuerpo técnico saltaron a la pista y comenzaron las celebraciones. Hubo manteos, cava y agradecimientos al público.
Fue sin duda un final feliz, aunque a las dos y media de la tarde las previsiones no eran tan optimistas. Juan Carlos Ferrero, el número uno del mundo y del equipo español, recibió un severo correctivo ante Agustín Calleri y la eliminatoria peligraba.

Golpe de Calleri
Agustín Calleri fue el héroe en el dobles y su moral estaba por las nubes. Saltó a la pista de Málaga consciente de que ante Ferrero debía jugar sin complejos y que si sus porcentajes eran buenos tenía una opción. El partido comenzó loco, con dos roturas, pero se estabilizó en los juegos siguientes. Ferrero era mucho más consistente en el peloteo, pero los latigazos de Calleri no se perdían fuera de la pista. En el séptimo juego conectó sus mejores derechas y reveses y le hizo break al valenciano (4-3 y saque).
El servicio de Calleri era incontestable. Superó prácticamente siempre los 200 km/h y le permitió anotarse la primera manga por 6-4 a pesar de que Ferrero tuvo una oportunidad para romper.
El segundo parcial tuvo poca historia hasta el octavo juego. Los dos tenistas ganaban con autoridad sus saques, hasta que Ferrero rompió (5-3). El valenciano llegó a tener hasta cinco pelotas para anotarse el set, pero terminó cediendo el parcial por 7-5.
Agustín Calleri vivía en un estado de excitación. Celebraba cada punto y consiguió que los cuatro mil espectadores argentinos de las gradas se hicieran notar más que los diez mil españoles. La postura de Ferrero era diametralmente opuesta. Estaba roto, aunque nadie descartaba la posibilidad de que el valenciano pudiera reaccionar.
El que debía decidir qué suerte correría el partido era Agustín Calleri. El argentino cedió que quería volverle a dar una alegría a su país y se mostró intratable desde el comienzo. Hizo break en el primer y tercer juego y se plantó en unos minutos con un irrecuperable 4-0 en el marcador. Ferrero agonizaba (4-1) y Calleri quería sentenciar cuanto antes (5-1).
A pesar de la exhibición que estaba dando Calleri con el servicio no quiso dilatar un juego su triunfo y con 30-40 en el marcador se movió para buscar la derecha y soltó un latigazo paralelo al que no pudo responder Ferrero (6-1).
Era un salvavidas para el equipo argentino, que conseguía levantar la segunda pelota de partido. Afortunadamente para el equipo español Carlos Moyà pudo doblegar a Gastón Gaudio.