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El devenir del Drac Inca durante las últimas temporada está estrechamente ligado al padecimiento. No en vano, el conjunto de es Raiguer no ha gozado de ninguna jornada de tregua y ha vivido al límite en cada jornada. Tras catorce jornadas, el panorama no ha variado en exceso respecto al de la pasada temporada. Echando un vistazo a la clasificación, pocas cosas han cambiado, aunque en una LEB de dieciocho y con cinco victorias, el horizonte no se presenta despejado. La disputa de una dramática serie por la permanencia resultó el mal menor que cerró la temporada pasada. El Ulla Oil fue un rival demasiado asequible (3-1) para un grupo crecido durante la primera porción de la segunda vuelta, pero que pagó caro su esfuerzo en la recta final del tramo regular de la competición.

El peor inicio en toda la historia del Bàsquet Inca planteó una situación que se antojaba irreversible. Ocho derrotas consecutivas en un arranque nefasto y la puntilla puesta por el Coinga Menorca en el Palau (67-84) le costaban el puesto a José Àngel Samaniego y marcaban el inicio de un ciclo marcado por la extrema necesidad de salvar un proyecto labrado durante más de una década y que tocaba techo en la LEB. Ocho jornadas colista y deshauciado por sus rivales fueron un argumento de peso para que el vestuario se conjurara en los albores de la segunda vuelta, en la que Drac Inca asomó la cabeza, pero aún quedaba mucho camino por recorrer todavía.

El juego del equipo empezaba a convencer y a los propios jugadores se les notaba más sueltos sobre el parqué tras la marcha de Samaniego, pese a que en la 13ª jornada regresaban a la última plaza tras sumar dos victorias consecutivas ante CAI Zaragoza y Los Barrios. A día de hoy, 365 días después, las lesiones castigan a un bloque que aún no parece saber a lo que juega, pero que posee una capacidad de voluntad y entrega que puede con cualquier sistema. Eso sí, los resultados vuelven a dictar sentencia al borde del ecuador de la Liga. Cinco victorias y nueve derrotas desnudan unos números casi calcados a los del pasado curso, y para colmo de males, la defensa inquense se sitúa entre las peores de toda la competición. Si en la temporada 2002/03 las plazas de playoff de descenso -especialmente la de colista- eran tras catorce jornadas el hábitat natural del Drac Inca, a lo largo del presente año sólo ha tenido la oportunidad de residir en ellas por espacio de dos semanas. Jugando al límite con sus opciones, Drac Inca cayó al 17º y penúltimo puesto en la primera jornada -Melilla 95-Inca 83- y en la tercera -Tarragona 96-Drac Inca 73-, pero los resultados y la crisis del Aracena evitaron el desastre inicial.