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La supervivencia de un clásico del pelotón internacional tuvo en vilo a José Miguel Echávarri durante muchas semanas. Una vez superada la negociación más dura de su vida, el mánager del Illes Balears-Banesto traza la senda a seguir por un conjunto que tiene muchas cosas que decir y muchos argumentos que explotar en las grandes pruebas, aunque su primer examen será en Mallorca, en una Challenge que quiere añadir a su interminable hoja de servicios.

-¿Cuál es la fórmula para que la escuadra sea la misma de la pasada década?

-El ciclismo se guía por líderes, grandes estrellas. Es el caso de la Fórmula Uno, de la que todo el mundo parece saber desde que ha aparecido Fernando Alonso. La década de Perico e Induráin dejó el listón muy alto; ahora debemos buscar ese nuevo icono, el sustituto de Armstrong que todos queremos en nuestro equipo. Alguno de nuestros corredores explotará y estaremos en la mesa de decisión del Tour. Los demás también corren, pero nos falta ese crack que está a punto de aparecer.

-¿Llegó a pensar que el proyecto no saldría adelante?

-Sabía que trataba con gente muy seria, pero también que no sería fácil, pues se trata de un bien general, que va más allá de cualquier interés privado. Reconozco que me hubiera gustado cerrarlo antes, pero debemos centrarnos en que salga lo mejor posible y devolver la confianza depositada.

-¿Cómo se explica que los dos grandes equipos españoles hayan tenido tantos problemas para encontrar patrón?

-La sociedad se encuentra en un período de ahorro, que lleva a las fusiones. Antes era más fácil llegar al corazón de ese empresario aficionado. Hoy está desfasado, todo pasa por muchos departamentos y encontrar apoyos como el del Govern y Banesto ofrecen la seriedad de la que otros carecen. Ahora representamos a una Comunidad y debemos hacer un esfuerzo extra para dejar su nombre bien alto.

-¿Qué conclusiones saca de todo este proceso?
-Humanamente, este periplo ha servido para conocer mejor a las personas, cómo actúan en situaciones límite, de máximo riesgo. Cuando ves que la gente te espera, teniendo otras cosas, supone una dosis de responsabilidad, pero a la vez una satisfacción enorme cuando todo acaba bien, por fortuna. Nunca me planteé lo contrario.