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La senda que conduce hacia Atenas ha supuesto para el deporte Balear un momento de efervescencia. La herencia de los Juegos de Barcelona queda muy lejos, y el referente más inmediato supone el despegue de una generación dorada que ha permitido alcanzar la histórica cifra de trece mallorquines que tomarán parte en los Juegos de la XVIIIª Olimpiada, dejando atrás la decena de Barcelona'92. Los éxitos de Sydney -oro de Joan Llaneras y bronce de Marga Fullana- han marcado un trayecto que en su día dejaron bien señalado Paco Soler, Gabriel Vidal, Jordi Calafat o Maite Palacios. Tres oros y una plata provocaban el delirio y cuatro años más tarde, Pepote Ballester mantenía en primera línea a Balears con su triunfo en Atlanta. La vela parecía ser la referencia, pero el ciclismo le tomó el relevo. Pese a todo, la historia olímpica de nuestras Islas se reducía a una reducida, pero dorada, expresión. Cada vez era más normal soñar con medalla.

El primer mallorquín en tomar parte en unos Juegos fue el tirador Cristóbal Tauler. El mallorquín participó en París'24, Amsterdam'28 y Londres'48. En esta última, el pentatlón moderno y el boxeo se unieron al programa, con Alberto Moreiras, José Luis Riera y el mítico Jim Oliver. Hasta Seúl, la piscina y las bicicletas acapararon el grueso del protagonismo, aunque entre medias, Rafael Rullán brillaba con el equipo nacional de baloncesto en Múnich'72 y Juan Seguí iniciaba en Montreal su larga singladura olímpica. El tope de cuatro mallorquines alcanzado en Londres'48 se mantuvo como tope durante cuarenta y cuatro años, hasta que el movimiento olímpico aterrizó en la ciudad condal.

Los hermanos Juan y Rafael Escalas hacían historia en Los Àngeles, mientras que Seguí se quedaba sólo en Seúl'88. Las medallas no llegaron hasta el mágico 92, y desde entonces Mallorca se ha abonado a lo más alto del cajón de la mano de Ballester y Joan Llaneras. A expensas de la lista definitiva, en Atenas se dobla la presencia de Sydney -siete deportistas y la primera ibicenca, Mar Sánchez- con trece mallorquines que prometen fuertes emociones y a buen seguro más de una medalla que entonará cierto acento mallorquín.