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No hay nada como que el Mallorca se encuentre atrapado para que la afición rojilla responda. La hinchada mallorquinista, tildada habitualmente de fría y poco comprometida, suele respaldar al equipo en los momentos más complicados y el de ayer era uno de ellos. No se llenó Son Moix, pero sí que mejoró de forma notable la presencia de público y eso tuvo repercusión en el ambiente. También es cierto que las facilidades concedidas desde el club fueron enormes, pero teniendo en cuenta el tirón del adversario o la resaca del temporal, la respuesta puede considerarse como positiva. Al final, la victoria de los de Cúper sirvió para que se estrecharan los lazos entre la plantilla y la grada y esto abre una nueva puerta en esa extraña relación de cara a futuras jornadas. Se trataba de una jornada decisiva para la marcha del Mallorca y todos arrimaron el hombro para sacar adelante el partido. El club, fijando unos precios simbólicos y al alcance de todo el mundo -las entradas costaban entre 3 y 7 euros- y los aficionados, desplazándose al campo a pesar del frío con la intención de darle calor a la plantilla. Eso hizo que la actividad en torno al estadio creciera y que los seguidores rescataran del armario las prendas rojas para darle colorido a las tribunas.

La campaña de apoyo al sudeste asiático también estuvo presente durante toda la tarde y caló entre el público en los prolegómenos del encuentro. La iniciativa puesta en marcha por Govern y Fundació Reial Mallorca sirvió para seguir concienciando a la población de las necesidades de los damnificados y el club donó la recaudación obtenida a la misma causa. Los jugadores de ambos equipos tampoco podían quedarse al margen y saltaron al terreno de juego con unas camisetas en la que se apreciaba el lema «Junts per Àsia» y con una pancarta que era visible desde cualquier posición del estadio. Sorprendió entre la grada la alineación del técnico aunque nadie se atrevió a cuestionarla. La masa social bermellona, que le dedicó una calurosa ovación a Yoshito Okubo cuando su nombre sonó por la megafonía del estadio, aceptó la disposición táctica de Cúper -mucho más parecida a la de su primera etapa en la Isla- y se volcó en hacer ruido durante los primeros compases. La grada daba por segura la superioridad del Mallorca y sabía que la victoria era cuestión de tiempo, de paciencia.

La primera parte no resultó excesivamente vistosa, pero en sólo 45 minutos se experimentaron muchísimas sensaciones. La primera llegó con el tanto de Luis García. Medina Cantalejo señaló un penalti que reclamó con insistencia un sector de la grada y Luis García no perdonó la ocasión. Firmó un nuevo tanto desde los once metros y le regaló a la hinchada una de sus acrobáticas piruetas. El equipo se vino arriba y la grada también, aunque nadie quiso celebrar la victoria antes de tiempo porque los precedentes lo desaconsejaban. En el primer tiempo sólo Yordi fue capaz de silenciar al estadio. Y lo hizo después de un gol que estuvo mascándose mucho tiempo antes. El equipo balear mostró una grieta en su línea defensiva y el Getafe lo aprovechó para devolver el miedo a las filas isleñas. El mallorquinismo se puso de nuevo en lo peor y se escucharon algunos comentarios de lo más pesimista, que por fortuna se fueron acallando con el paso del tiempo. Entre gol y gol sonaron más fuerte que nunca los cánticos de apoyo a Delibasic desde el sector más ruidoso de Son Moix, que siempre ha mostrado su predilección por el delantero balcánico. Se trataba sin duda de un guiño dirigido a un jugador que está sumido en un delicado momento, ya que las intenciones del club insular pasan por cederlo a otro equipo hasta final de temporada. Un gol de Arango relajó a la hinchada y abrió una nueva perspectiva en el partido. Por fin Son Moix se fue al descanso saboreando el placer del triunfo y aunque nadie se fiaba del Getafe, todo apuntaba a una nueva victoria rojilla. Luis García redondeó la fiesta y evitó el sufrimiento de los últimos minutos. Casi nadie recordaba ya un final de partido tan plácido.