En una tarde cargada de agua, el Mallorca descargó todo su
fútbol. La cita de Mendizorroza sirvió para reencontrar a Víctor,
recuperar a Arango, descubrir la cara oculta de Iuliano y devolver
parte de la magia perdida en los últimos malos tiempos. El grupo de
Cúper ajustició a un Alavés cadavérico. Y lo hizo con fútbol. Con
su mejor versión del torneo, una defensa firme, un centro del campo
serio y un ataque feroz. Así da gusto (0-3). El Mallorca se fajó
con fe, con el cuchillo entre los dientes, pero con el añadido de
unos toques de seda y lujo cuando les correspondió llevar la
iniciativa, que fue casi toda la entrega. La goleada pudo ser de
escándalo. Un torrente de acercamientos al área de Constanzo
definieron un partido de dirección única en el que un equipo de
fútbol se limitó a cumplir su trabajo frente a los fantasmas de
Piterman, abucheado por la hinchada. Cúper alteró el guión previsto
y rellenó de músculo la sala de máquinas, con Farinós y Pereyra
Atrás, improvisó con Fernando Navarro en el corazón de la zaga,
dejando el carril a Maciel. El Mallorca se arremangó en el primer
cuarto de hora. Iuliano mandaba a la línea de fondo, Farinós
taponaba boquetes y Arango estaba en todas las batallas.
El Alavés no encontró resquicios, ninguna grieta para penetrar
ante un grupo solidario y efectivo, compacto y firme. Farinós
repartió las cartas con criterio y Arango se multiplicó. El
venezolano estuvo en todos los fregados: achicó balones atrás en
los córners, tomó la batuta ofensiva del equipo en la zona de
creación, asistió con criterio a Víctor, ofreció una variedad de
remates... El Mallorca comenzó a gustarse en los momentos de lujo
del venezolano. La primera ocasión llevó la firma de Víctor, con un
disparo que despejó Constanzo, el mejor local pese a la goleada. El
grupo de Cúper ofreció su mejor versión en la frontera de la
primera media hora. En quince minutos de seda, los mejores de la
temporada, fabricó una cantidad notable de ocasiones, hizo méritos
para clausurar la cita y se reencontró con el buen fútbol.
La catarata de ocasiones nació en la zurda de Arango. El
venezolano sacó a paseo su izquierda en una falta directa que
Constanzo envió con su guante por encima del larguero. En el
córner, Iuliano se encontró con un balón en área pequeña que golpeó
al cuerpo del arquero vitoriano. El Mallorca se había adueñado del
balón, trataba el cuero con sentido y vivía en terreno enemigo. Lo
nunca visto. El Alavés lo rifaba todo a las cabriolas de Nené, que
tenía a Cortés en el bolsillo. Perdía sangre por todas partes y el
grupo de Cúper se tiró a su yugular. Arango se encontró de nuevo
con Constanzo en un empale en el segundo palo y Jonás, tras una
combinación de seda que nació en Cortés, arrojó a la basura una
gran ocasión con un disparo al palo del portero. Cuando Rubinós
miraba el cronómetro, el Mallorca elevó su superioridad al
electrónico. Arango recibió el balón, tocó con dulzura para Víctor,
invisible para Téllez, que fusiló a Constanzo.
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