Sobrevivió el Mallorca a otra noche de calvario y desastre. La raza
de Iuliano, inmenso en dos acciones a balón parado, rescató al
grupo de Cúper de los infiernos de una derrota que se estaba
ganando a pulso. Después, los atinados cambios del técnico
endulzaron la noche para el equipo isleño y condenaron al Atlético,
ya encogido y escasamente convencido de unas posibilidades que
habían sido tangibles desde que cruzó el primer cuarto de hora con
dos goles en sus maletas (2-2). Cúper y Bianchi proponían una
batalla táctica, un duelo en la pizarra. Pero el partido fue todo
lo contrario. La contienda se convirtió en un cúmulo de
despropósitos, en un carrusel de incongruencias que acabó con la
grada arrojando chatarra sobre el colegiado, dos expulsados, una
catarata de tarjetas y más goles que fútbol.
La tarde ya arrancó alterada. Cuando los aficionados más
rezagados todavía comentaban el derbi de baloncesto, llegó el
primer bofetón del Atlético. La fórmula de Bianchi no tenía
demasiado secreto, pero el pelotazo de Antonio López a Petrov cogió
a toda la defensa comiendo turrones y a Prats todavía en el
vestuario. El búlgaro le ganó la espalda a Campano, se aprovechó de
las dudas del portero en la salida y se puso a correr. Llegó a
tiempo para enviar un pase que tampoco atajó Prats y que Maxi
rentabilizó con el gol. Apenas habían transcurrido 53 segundos de
partido.
Ese tanto facilitó el guión que había repartido el virrey en la
caseta y el Atlético vivió su inicio más plácido de todo el
campeonato ante un Mallorca deslabazado. El grupo de Cúper acusó el
mazazo, se enredó en la incomprensión y se complicó la vida.
Bianchi apreció de inmediato el socavón abierto en el lateral
derecho y tocó a zafarrancho. Petrov provocó varios descosidos por
la banda de Campano y sembró la velada de desesperación. Era una
lucha desigual. Para echar sal a la herida, Ibagaza también pidió
turno. El Caño movió a su antojo el equipo. En largo o en corto,
puso en fila a sus compañeros. También Fernando Torres se movía con
fluidez por una maraña desordenada. El Atlético elevó su dominio al
marcador a los doce minutos, sin que el Mallorca hubiera dado
todavía señales de vida. Torres quebró a Iuliano con un caño de
tacón, alzó la vista y le regaló el segundo gol a Colsa, que estiró
su cuello para dejar en evidencia a la zaga. 0-2 a los doce
minutos. La tarde estaba cuesta arriba. Muy cuesta arriba.
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