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Recurrir al mercado invernal se ha convertido en una tradición para el Real Mallorca. Desde que regresó a la nobleza del torneo en la temporada 1997-98, el club balear siempre ha tirado de este segundo plazo para remodelar la caseta. Con los cuatro refuerzos del presente curso, la entidad ha superado ya la barrera de la veintena en esas nueve campañas, un premio de más de dos futbolistas por invierno. De esos veintidós fichajes invernales, Héctor Cúper ha dado el visto bueno a nada menos que 14, es decir más de la mitad...

Curiosamente, abren y cierran este círculo dos jugadores procedentes del Atlético de Madrid: Santi Ezquerro y Braulio Nóbrega. El primero de ellos, un punta riojano que por aquel entonces no entraba en los planes colchoneros, ofreció un magnífico rendimiento al grupo entonces dirigido también por Héctor Cúper. Ezquerro marcó 8 goles en 20 partidos y resultó fundamental en la Copa del Rey con un gol clave en Balaídos que allanó el camino para disputar la final.

Su buen trabajo en la Isla le permitió al Atlético ingresar una gran cantidad de dinero, ya que fue traspasado al Athletic de Bilbao. Ese mismo año, el Mallorca también reforzó al grupo con las incorporaciones de Iván Rocha y del yugoslavo Milan Milijas, que resultaron dos fiascos y pasaron por la entidad con más pena que gloria y sin dejar nada para el recuerdo. Doce meses más tarde, en el invierno de 1998, la caseta apenas registró novedades. Cúper solicitó el fichaje del argentino Mauricio Pineda, que apenas disputó cinco partidos y se marchó al Udinese al finalizar la temporada.