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El punto de encuentro era el Bar Coliseo de Palma. La hora, poco antes de las doce del mediodía. No podían faltar, era un día histórico. A miles de kilómetros del desierto qatarí, con bastantes menos grados de temperatura y humedad que en Losail, los más allegados a Jorge vibraron a su manera con una nueva victoria del 48. Allí estaban su madre, su hermana y su novia. Las tres incondicionales por excelencia de Jorge. María, Laura y Eva no estaban solas. En aquel local se respira pasión por el motor en todos sus rincones y en una mañana histórica, no podía faltar nadie. Rodeadas de amigos, de muchas personas que pueden presumir de conocer a Jorge Lorenzo como pocos, se dispusieron a vivir cerca de tres cuartos de hora que tardarán en olvidar. Ya en la vuelta de calentamiento se notaba la tensión. En especial en su madre. No puede esconder su preocupación y en ocasiones prefiere «que acabe, aunque sea el último, pero que no le pase nada, por favor», confesaba durante el pasado Gran Premio de la Comunidad Valenciana. Es amor de madre. Dejó el tabaco hace cuatro meses, pero los nervios los llevará consigo toda la vida.

Tanto que durante la segunda vuelta del Gran Premio de Qatar salió por la puerta a toda velocidad. Ya sabemos en qué se parece a Jorge. «No puedo más», exclamó. Y no se volvió a saber nada más de ella hasta los últimos metros de la carrera. Con la mirada, Laura y Eva lo decían todo. La carrera, el mero hecho de que Jorge se ponga a 250 kilómetros por hora, ya es motivo de preocupación, pero esta temporada vale la pena sufrir un rato. Porque Jorge no tardó en levantarles de la silla. La salida del de Aprilia generó dudas, pero enseguida se encargó de disiparlas. Al final de la recta de meta rebasaba a Dovizioso y comenzaba la verdadera carrera. Era la vuelta nueve, todavía quedaba un mundo.

Todos preguntaban por María, salían a buscarla, pero sin respuesta. Hermana y novia se cogían de la mano en las últimas vueltas. Las amigas, comentaban todas las jugadas y empezaban a ver claro que Jorge iba a ganar. A ellas se unieron los clientes del bar. Los más y los menos habituales. Mientras se empezaban a servir los menús del día, al otro lado del local se vivía el momento más difícil de la mañana. Situémonos. Última vuelta, Lorenzo sigue por delante, pero Dovizioso -«chupa ruedas», le recrimiban y no les faltaba razón- aprovecha un hueco para colarse y ponerse primero a menos de cuatro kilómetros para el banderazo a cuadros. El corazón va a mil, pero Lorenzo pone orden enseguida. Momento en el que María, su madre, regresa. Poco más y se lo pierde. Empieza a creer que es posible y cuando entra en la recta de meta, empieza a saltar, emocionada. Tanto que no puede contener la emoción y se abraza al autor de estas líneas, que por esas cosas era la persona que más a mano tenía.