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Oficinas de Son Moix. Lunes por la mañana. El partido de San Mamés ha quedado relegado a un segundo plano, por los pasillos del centro de operaciones del Mallorca sólo se escucha un nombre, el de Dmitry Piterman. El Deportivo Alavés acaba de formalizar dos extrañas peticones al club balear: un plano del palco de Son Moix y celebrar el protocolario almuerzo entre directivas a una hora atípica (13.00 horas). De algún modo, epartido del año ha empezado a jugarse. Es probable que el Mallorca no acepte ninguno de los ruegos que ha formalizado su adversario en los prolegómenos de una cita clave. El club bermellón no está dispuesto a que el séquito de Piterman se apropie de los mejores asientos del palco y todo apunta a que tampoco aceptará celebrará la comida oficial antes de las 14.30 horas. De hecho, el extravagante empresario ucraniano, es un tipo que no genera excesivas simpatías en el seno de la SAD balear. Independientemente de las críticas que realizó meses atrás, durante la etapa Cúper -aseguró que el entrenador argentino tenía «secuestrado» al Mallorca-, Piterman es contemplado como un personaje prepotente y transgresor.

La polémica biografía de Dmitry Piterman en el fútbol español empezó a escribirse en el Palamós, club que adquirió en propiedad durante el verano de 2001. Además, también ha desfilado por el Racing de Santander y Deportivo Alavés, desde el año 2004. Piterman siempre se ha caracterizado por tener a Chuchi Cos como entrenador de sus equipos, aunque realmente siempre ha dido él quien ha elegido tácticas y alineaciones. Con el Palamós logró ascender a Segunda División B y se mantuvo sin problemas en esta categoría hasta su desembarco en el Racing de Santander en invierno de 2003. En el Sardinero, Piterman logró consumar su gran objetivo y evitó el descenso del Racing. Repudiado por la afición cántabra, el ucraniano no tardó demasiado en adquirir el Deportivo Alavés. Tras una millonaria inversión y sellar el regreso a Primera División, el ucraniano nombró entrenador a Rafael Monfort y Cos pasó a ser asesor deportivo. Piterman no tardó en percatarse en discrepar con Monfort, que reclamaba cierta independencia a la hora de entrenar y plantear los partidos. Al díscolo empresario no le tembló el pulso y despidió de golpe a Monfort y al recien fichado director deportivo Ramón Planes. El fiel Chuchi Cos volvió a hacerse con las riendas del equipo vitoriano, pero a mitad de temporada también tuvo que abandonar el puesto y regresar a sus labores de asesor deportivo.

Llegó el turno para el segundo entrenador, Juan Carlos Oliva. Su etapa resultó especialmente breve. En unas pocas semanas, Oliva también fue relevado por no quere colocar a Nené, Bodipo y Aloisi en la delantera, como a Piterman le gustaba. ¿A quién poner de entrenador? Un tal Mario Luna fue el elegido. Evidentemente, su «gran trabajo» pasa por poner el carnet. Del resto se encarga Piterman.