Decidieron recoger los bartulos, aparcar sus sentimientos y embarcarse en una aventura que les ha permitido alcanzar la gloria en plena madurez. El Philips Stadium de Eindhoven asistió el pasado miércoles a un hecho histórico para el fútbol isleño. Dos futbolistas mallorquines alzaban un trofeo europeo, compartían la gloria de los elegidos con la conquista de la Copa de la UEFA, un torneo continental del que hasta anteayer sólo podría presumir un mallorquín: emanacorí Xisco Muñoz, campeón con el Valencia hace dos campañas. David Castedo (Palma, 1974) y Pep Lluís Martí (Palma, 1975) han alcanzado una cuota de protagonismo extraordinario. Piezas indiscutibles en el esquema de Juande Ramos, ambos disputaron los noventa minutos y contribuyeron con un juego notable al cómodo triunfo frente al Middlesbrough (0-4) en la final disputada el pasado miércoles en tierras holandesas, el primer título continental del Sevilla en su centenaria historia.
David y Martí han vivido trayectorias paralelas desde que se hicieron un hueco en el filial del Mallorca a comienzos de la década de los 90. Ambos tuvieron que abandonar el club balear por la puerta de servicio, emigrar a Segunda División (Hércules y Tenerife, respectivamente) antes de abrazarse al éxito. Vivieron épocas de penurias -incluso se entrenaron apartados a la espera de encontrar acomodo- que les han servido para relativizar la gloria. Desde el verano de 2003, comparten vestuario y continuidad en el Sevilla, donde se han convertido en dos de los jugadores franquicia. David Castedo dio el salto al primer equipo de la mano de Jaume Bauçà en la temporada 1993-94. Criticado por sus detractores por su baja estatura (apenas alcanza el 1'65 metros), el lateral izquierdo se adueñó del carril zurdo a base de coraje y anticipación. Escasamente valorado en la Isla, sobre todo tras el ascenso a Primera División y la llegada de Héctor Cúper, David tuvo que emigrar en busca de una oportunidad. El técnico argentino sólo le hizo jugar dos partidos -se entrenó con un 1-4 en Tenerife en septiembre de 1997- para cederlo aquella misma temporada al Hércules de Alicante, en Segunda División.
En el verano de 1998, David vivió otra cesión, esta vez al Extremadura de Primera, donde se reveló como un extraordinario defensa. Tras un regreso efímero al Mallorca (99-00) emigró a Sevilla en el verano de 2000, apenas unos meses después de volver a nacer. Y es que David coqueteó con la muerte el 17 de febrero de 2000, cuando una grúa de 20 metros se desplomara sobre su vehículo por el fuerte viento. Sufrió lesiones en ambas piernas, aunque afortunadamente sin gravedad. En Sevilla, en Segunda División se afincó en el lateral izquierdo y desde entonces nadie le ha desplazado. Promedia cerca de 40 partidos oficiales por temporada. Pep Lluís Martí Soler apenas tuvo tiempo para demostrar que su progresión era adecuada. No le dejaron. Tuvo que largarse a Tenerife en busca de minutos. Allí salió del anonimato y se granjeó un futuro. Caparrós le hizo una propuesta muy atractiva en el verano de 2003, cuando Benítez lo quería para el Valencia, y desde entonces es un fijo en el centro del campo y uno de los capitanes sevillistas. Profesional y siempre dispuesto al trabajo, Martí ha pulido su condición técnica y ahora ya es toda una referencia en la ciudad, después de dejar una huella imborrable en Tenerife, que trató de retenerlo hasta el último momento. Mallorquinista declarado, vivió como un aficionado más -se pagó el billete de su bolsillo- la final de la Recopa disputada por el Mallorca en Villa Park. Un lustro después, alzaba al cielo la Copa de la UEFA.
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